Hace 32 años me quedé ciego...
Cuando alguien me pregunta si me gustaría volver a ver, generalmente la pregunta me lleva a un estado de indecisión; es algo en lo que difícilmente pienso.
Hace 32 años me quedé ciego y hoy mi filosofía es disfrutar la vida con lo que tengo, incluida mi ceguera.
Sin embargo, confieso que sí hay un lugar donde constantemente me ha invadido el deseo de volver a ver: Hamburgo, Alemania, la oficina matriz de la organización para la que trabajo está en esa ciudad, por lo que, al menos hasta antes de la pandemia, visitaba ese puerto una o dos veces al año.
Sé que Hamburgo es hermosa, verde y que guarda muchos rincones maravillosos.
Y lo sé porque en el 2011 hice una exhaustiva caminata con una buena amiga que, a pesar de no ser originaria de esa ciudad, me mostró y describió con mucho orgullo algunas de las zonas más hermosas de dicho lugar, como el lago, el ayuntamiento y algunas iglesias.
Fue en esa caminata donde me sucedió una de las experiencias sensoriales más curiosas de mi vida.
UN BAÑO LIGERO DE LUZ
Eran más o menos las 5:30 de la tarde y caía una lluvia muy suave.
Mi amiga me estaba mostrando unos árboles de cerezos y de pronto, en esa ciudad más bien gris, se dejó sentir una luz tibia, suave y húmeda.
De hecho mi amiga comentó ese fenómeno, era como un baño ligero de luz.
Y creo que es algo hasta cierto punto común y típico de esta ciudad, pues en alguna reseña leí que alrededor de las 5:00 pm, cuando el sol comienza a irse, la ciudad se tiñe de una luz naranja y apagada.
Fue algo muy especial, pues hasta yo, sin ver, pude sentir esa luz; quizá la presencia de la lluvia acentuó la tibieza y el resplandor de esa luz sobre mi piel.
Ese fenómeno que pude atisbar, aún sin ver, fue como un discreto guiño de la belleza de esa ciudad.
Varios años después, repetí una extensa caminata por Hamburgo. Una amiga mexicana me llevó al barrio de St. George, muy cerca de mi hotel, y gracias a su compañía y a su descripción pude saber que a cuatro cuadras de donde me hospedaba, había una calle pintoresca con cafés portugueses, tiendas de dulces persas, súper mercados indios, veganos y orgánicos, tiendas de té, chocolates y vino, tiendas tibetanas y de ropa, kebabs turcos, etc.
Otra vez estaba descubriendo Hamburgo a través de los ojos de un extranjero como yo.
Curiosamente aún no he descubierto Hamburgo desde los ojos de un alemán.
Desde mi experiencia, la cultura hamburguesa no es una cultura que da, sino una que espera a que le pidan.
Creo que esta sociedad no se destaca por su hospitalidad, más bien es una sociedad donde tienes que ganarte lo que quieres obtener.
Y esto, a mí, más bien solitario y que me cuesta pedir, no me ha ayudado tanto a contactar con Hamburgo.
Es una ciudad hermosa, pero creo que mis sentidos no bastan para extraer las sensaciones que dejarían satisfecho a mi instinto viajero.
El fenómeno de la luz cálida que percibí fue una insinuación sugestiva de una gran belleza predominantemente visual.
Hamburgo me deja con la sensación de que necesito compañía, necesito de ojos que me platiquen lo que me rodea para saciar mi viajero interior.
Pepe Macías es Maestro en psicología organizacional y Coach. Vive con ceguera desde los 6 años debido a la leucemia. Es colaborador de Dialogue Social Enterprise en Hamburgo, Alemania, empresa matriz de Diálogo en la Oscuridad, y una de las empresas sociales pioneras y más reconocidas de Europa. Durante 10 años ha impartido capacitación en más de 15 países en todos los continentes. Pepe es escritor en sus ratos libres. Durante una etapa de depresión, descubrió que escribir disuelve los laberintos mentales, cura el espíritu y aceita las neuronas. “Escribo lo que veo cuando los ojos no funcionan”.