¿Humanismo mexicano?
El presidente Andrés Manuel López Obrador propuso la doctrina llamada “humanismo mexicano” como modelo teórico para identificar su postrera labor de gobernante.
En sentido estricto, el humanismo es el movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina como medio de restaurar los valores humanos, según el diccionario de la lengua española.
Algunos destacados precursores fueron Dante Alighieri y Francesco Petrarca, quienes postularon como necesario el estudio de las lenguas y letras de los clásicos para adoptar una auténtica vida de humanismo.
Otra acepción de humanismo, de acuerdo con el diccionario, se refiere a la doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos, a la que se refiere el Presidente. En este sentido, es una contradicción conceptual hablar de “humanismo mexicano”, pues los valores humanos son universales, no pertenecen a un pueblo determinado sino a toda la humanidad (como la libertad, la justicia o la democracia).
La propuesta de un humanismo en el arte de gobernar en México no es tampoco original del Presidente: en 1950 el ideólogo Efraín González Luna, cofundador del PAN, publicó el libro Humanismo político, doctrina que postula la centralidad de la persona humana, heredera de la rica tradición humanista que comenzó cuando Sócrates dejó de filosofar sobre el origen del cosmos para fijar su atención y sus deliberaciones en la realidad concreta del ser humano, según escribió Javier Brown César en el órgano del PAN, La Nación.
Al respecto, el doctor Héctor Gómez Peralta de la UNAM publicó un amplio estudio sobre el humanismo político de González Luna (Estudios Políticos, núm. 20, novena época, mayo–agosto 2010).
El académico señala la influencia en el pensador panista de la doctrina de Jaques Maritain, llamada humanismo integral, y subraya la influencia de Emmanuel Mounier, Ortega y Gasset, Hilario Belloc, Aristóteles y Santo Tomás.
Aunque González Luna y López Obrador son políticamente opuestos, ambos comparten ciertas creencias religiosas en la búsqueda de la felicidad del ser humano, uno como católico y el otro como evangélico.
Por su parte, observamos que AMLO es un político pragmático y un cristiano evangélico que dice estar inspirado en el pensamiento y obra de Jesucristo para salvar a los pobres de la indigencia.
Mientras que la doctrina del pensador panista, dice el autor, era muy cercana a las posiciones ideológicas del movimiento Demócrata Cristiano, observamos en la ideología de López Obrador tendencias al pensamiento socialista de moda en los setentas que consideraba al individuo como un ente subordinado a los intereses del Estado.
Conclusión:
Mientras persistan la discriminación y el clasismo en la sociedad, y en el gobierno el autoritarismo y la intolerancia, difícilmente se podrá adoptar un auténtico humanismo, como el propuesto por AMLO, basado en valores humanos como la igualdad y la fraternidad.
Se reproduce el texto publicado en Milenio, con autorización del autor.