La empatía mal entendida
Hace unos días pasé por la pena de ver un video que se hizo viral donde alumnos universitarios le reclaman a su maestra por solicitarles incluir fuentes bibliográficas en sus tareas cuando ellos desconocen lo que son dichas fuentes.
En medio de la discusión, una chica le dice textual a la maestra: “usted no empatiza absolutamente para nada con nosotros”.
En los últimos años hemos escuchado más y más la palabra empatía.
Los estudios nos dicen que el ser humano es un ser empático, incluso que tenemos neuronas llamadas “espejo” cuya función específica es ayudarnos a ser empáticos, y poco a poco hemos incorporado la palabra “empatía” a nuestras interacciones diarias con los demás.
Pero hay que ser muy cuidadosos. La empatía es una cualidad muy sutil, y en ocasiones me he encontrado con usos pésimamente equivocados sobre el término.
EMPATÍA NO ES SIMPATÍA
El gran malentendido de la empatía es que esta puede convertirse casi imperceptiblemente en simpatía.
Tiene que quedar muy claro: ser empático no implica estar de acuerdo con la otra persona.
En el video de las fuentes bibliográficas tenemos el caso típico donde una persona busca refugiarse en la “empatía” para ser exculpada de sus fallos; pero esta no es la función de la empatía.
La chica que acusa a la maestra de falta de empatía, quiere decir en realidad, simpatía.
El reclamo por falta de empatía que le hace la estudiante a la maestra es más bien un pedido de clemencia ante su ignorancia: “como yo no sé qué es una fuente bibliográfica, no me las solicites”.
Se trata de un pedido de exculpación. Eso no es empatía, eso es simpatía, la cual desembocaría en el proceso de solapar una falla, en este caso el desconocimiento de qué es una fuente bibliográfica.
EMPATÍA POR ESTRÉS
La simpatía también se genera cuando la persona empática tiene un estado interno desbalanceado; a esto se le llama “empatía por estrés”. Vamos a ver un ejemplo:
Un día fui a un centro comercial. Estaba buscando trajes de baño. Sebastián, mi hijo de 3 años, vio una camiseta de Walt Disney en un local y comenzó a pedirla.
Insistió en tenerla. Entramos al local y se la compré. La prenda esa resultó ser de materiales muy baratos de unos cuantos pesos pero con la figura de uno de los personajes de Disney. El chistecito me costó $300 pesos.
Este es un ejemplo de lo que se llama empatía por estrés. En primer lugar mi acción se podría ver como un acto empático: Sebastián vio la camiseta y se generó la necesidad de tenerla.
Después yo resolví su necesidad. Yo podría parecer empático. Sin embargo la empatía por estrés aparece cuando nos abocamos a resolver la necesidad de alguien sin antes discernir si resolver su necesidad es lo mejor para la persona.
En este caso mi acto empático no fue la mejor respuesta para aliviar la necesidad de Sebastián: primero, porque mi hijo tendría que aprender que no siempre que salimos a un centro comercial tengo que comprarle algo; segundo, porque la prenda estaba a un precio abusivo; y tercero, porque darle ese tipo de "gustos" no es la mejor opción para su educación.
NO VER EL RESULTADO DE NUESTROS ACTOS
¿Y entonces por qué lo hice? Porque en muchas ocasiones, los seres humanos reaccionamos con actos que parecieran empáticos y positivos, y lo hacemos sin discernir resultados a corto y a largo plazo.
Pero lo más importante, porque en ese momento percibimos que no tenemos ni los recursos internos ni la fuerza para responder de una forma constructiva.
Es decir, en ese momento no quería que Sebastián se pusiera a hacer un berrinche en medio del centro comercial, no quería lidiar con su enojo mientras intentábamos comprar el traje de baño, por lo que, cedí.
En el caso de la maestra, si la presión de los estudiantes hubiera sido más fuerte que su estado mental, si ella simplemente hubiera cedido a las demandas de sus alumnos, y hubiera omitido el requisito de las fuentes bibliográficas en la tarea, hubiéramos tenido un caso de simpatía generada por la empatía por estrés.
POBREZA EMOCIONAL
No obstante, la empatía por estrés suele ser el camino fácil que muchas veces trae resultados adversos a mediano y largo plazo.
La clave de la empatía es, que aunque sientes y pienses lo que el otro siente y piensa, y aunque puedas hacer algo para resolver su necesidad, no tiene que implicar que estás de acuerdo con la otra persona.
En ocasiones, una empatía que se convierte en simpatía o en exculpación, puede derivar en solapar comportamientos erróneos o en promover decisiones o acciones de mucha pobreza emocional.