La Navidad mexicana en la que Quetzalcóatl hizo desaparecer a Santa Claus
Entre los principales símbolos de la Navidad, la mención de Santa Claus parece ineludible en la actualidad.
Las primeras menciones de este personaje en México pueden rastrearse a partir de la década de 1920, poco antes de que esta figura formara parte de las campañas publicitarias de Coca Cola.
Sin embargo, el 27 de noviembre de 1930, las primeras planas de los diarios del país latinoamericano anunciaban a Quetzalcóatl, uno de los dioses principales de los aztecas, dios de la creación vinculado a la fertilidad y la resurrección, como el símbolo mexicano de la Navidad.
Según el entonces subsecretario de Educación Pública, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, la propuesta buscaba "engendrar evolutivamente en el corazón del niño, el amor por los símbolos, las divinidades y tradiciones de nuestra cultura y raza".
Con ese motivo, el presidente Pascual Ortiz Rubio anunció la construcción de una pirámide en honor a Quetzalcóatl al interior del Estadio Nacional (inmueble ubicado en la colonia Roma), a fin de presentarlo como un símbolo de las fiestas decembrinas en México.
Del mismo modo, el departamento de Dibujo y Artes Manuales de la Secretaría de Educación envió un mensaje el 4 de diciembre a todas las escuelas primarias urbanas y rurales en el país, con la encomienda de que enseñaran a sus alumnos la leyenda de la Serpiente Emplumada y, con ello, comenzaran a prepararlos para verlo como una figura de la Navidad.
Todo lo anterior sirvió de preámbulo al 23 de diciembre, día en que al interior del Estadio Nacional se erigió un templo dedicado a Quetzalcóatl, acompañado con árboles de Navidad y luces de colores que adornaban el terreno.
En esa fecha, se presentaron bandas de guerra y batallones que pretendían dar un toque más patriota a la fiesta. También se realizaron danzas aztecas y acudieron sacerdotisas, tehuanas y otros grupos indígenas para acompañar la velada.
En ese marco, Ortiz Rubio y su esposa, Josefina Ortiz, entregaron regalos a miles de niños ante la pirámide de Quetzalcóatl frente a casi 15.000 personas, entre los cuales también se encontraban diplomáticos extranjeros.
Sobre este hecho, el profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Alfredo Ávila, recuerda que durante la década de 1930 los Gobiernos utilizaron una retórica nacionalista que solía recurrir a símbolos prehispánicos para enfrentar lo que consideraban como una posible invasión de la cultura estadounidense.
Cabe señalar que en ese momento las secuelas de la Revolución mexicana todavía estaban frescas, por lo cual el nacionalismo exacerbado era una característica común de la vida política de la época.
No obstante, el uso de Quetzalcóatl como símbolo navideño no tuvo una buena aceptación, puesto que muchos grupos sintieron que la presencia de la Serpiente Emplumada iba en contra de sus creencias religiosas, e incluso, pretendía sustituir la conmemoración del nacimiento de Jesucristo.
En un México profundamente católico que, además, venía recuperándose tras la Guerra Cristera (1926-1929), un conflicto que enfrentó al Gobierno revolucionario con milicias apoyadas por la Iglesia católica por tener el control sobre la educación, muchos sectores vieron en la propuesta de Pascual Ortiz un reflejo de su poca simpatía hacia la religión, por lo que el uso de Quetzalcóatl causó controversia.
En parte, esto explica la decisión de su Gobierno para realizar el acto del Estadio Nacional el 23 de diciembre, en lugar del 25 de diciembre. Pero, debido a la polémica generada, ese festejo nunca se repitió.
A 90 años de esa celebración, Quetzalcóatl permanece en el panteón mexica, mientras los niños mexicanos se ilusionan con la llegada de Santa Claus y su saco lleno de regalos.