La sordera amurallada
Les platico:
El poder de la 4T le puso una muralla, un muro, a la libertad constitucional para expresarse, que tienen las mujeres mexicanas.
Ayer fue en el Zócalo capitalino y mañana sabrá el Dios de Spinoza dónde será.
El pretexto -en boca de los jilgueros del poder- proteger al patrimonio nacional como lo es el Palacio donde se hospeda el inquilino de la suite presidencial.
Se enmascaró de esa forma un miedo que, si en el proverbio mexicano no anda en burro, ayer se vio montado en un corcel cuarto de milla, erizado de francotiradores apostados en las balaustradas del Palacio, apuntando hacia una multitud que por armas solo portaba sus aerosoles de colores morado, tirándole a guinda.
Pero sucedió lo que ninguno de los asesores mollereros del presidente -de mollera, porque eso tienen en el sitio donde va el cerebro- alcanzó a prever: los granaderos al servicio del gobierno de la CDMX embistieron por órdenes de quien sabe quien, a las bravas mujeres, usando gas pimienta y jaloneando a reporteras de medios nacionales y para acabarla de joder, de agencias internacionales.
ESTAMOS A LOS OJOS DEL MUNDO. QUÉ VERGÜENZA
Eso provocó que un incidente de índole doméstico y nacional, se volviera mundialmente viral.
El miedo le tapó aún más los oídos al poder presidencial y lo exhibió -lo pintó- ante el mundo con tintes de represor.
Sorprende la ceguera y cortedad de miras de quienes asesoran al presidente como para no visualizar lo que puede ocurrir cuando a una mujer se le pretende poner alto en sus afanes.
Hasta parece que ni casado está el presidente; si tiene a una señora DIZQUE de polendas como compañera de vida, hubiera bastado que la consultara a ella y no a los carísimos ujieres de quienes se rodea, sobre el riesgo de querer ponerle rienda y bozal a quienes por naturaleza están muy por encima de esos artilugios de control.
Y sucedió lo inevitable: el muro de Burlín sirvió de lienzo a las manifestaciones de protesta de las mujeres y la fachada del Palacio Nacional no fue pintarrajeada con arengas de protesta ni sufrió el destrozo de puertas, vitrales y ventanas centenarias, sino que sirvió de pantalla para que fueran proyectadas en ella los mensajes, las críticas y las mentadas de madre que pretendieron ilusamente ser acallados.
Cuando la sordera se amuralla, se atrofian los demás sentidos.
Y un poder político, partidista y presidencial, sordo, mudo, ciego e insensible, es lo que menos necesita México en estos momentos.
CAJÓN DE SASTRE
“Que el Dios de Spinoza nos agarre confesados”, dice la irreverente de mi Gaby.