La verdad revolucionaria contra la mentira reaccionaria

Todo empezó cuando Marcelo Ebrard trató de privatizar la diplomacia.
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Antes de asumir el cargo de secretario de Relaciones Exteriores, Ebrard nombró a su amigo Javier López Casarín enlace con el gobierno de Trump, en los meses previos al comienzo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Ebrard también instruyó al hoy diputado del Partido Verde a abrir una oficina en Washington, paralela a la embajada de México, antes de que mi esposa, la embajadora Martha Bárcena, asumiera sus funciones en la capital estadunidense.

Sin embargo, la embajadora frustró la apertura de la oficina privada de Ebrard al inconformarse con el primer mandatario, quien le dio instrucciones al secretario de no abrirla.

Así ocurrió, con el disgusto del canciller.

Así fue el inicio de las hostilidades clandestinas de Ebrard contra la representación indivisible del Estado mexicano. 

A Ebrard no le agradó que una experimentada embajadora, nombrada por el Presidente y con derecho de picaporte en Palacio Nacional, fuera la representante ante la Casa Blanca, pues quería nombrar a alguien dócil de su equipo.

La diplomática de carrera, formada en la disciplina y el apego a las instituciones, siempre mantuvo informado tanto al Presidente como al secretario de las gestiones diplomáticas realizadas por la embajada a su cargo.

Contrario a lo que algunos en la prensa opinan sin saber, Bárcena no salió de Washington por decisión de Ebrard.

Se trató de un acuerdo convenido exclusivamente entre el Presidente y la embajadora.

Pero el escándalo estalló cuando Mike Pompeo confirmó la complicidad con Ebrard en el libro Never give an inch (Nunca ceder en nada) con el objetivo de marginar a la embajadora de las negociaciones del acuerdo migratorio Quédate en México, sobre el cual el hoy secretario trató de ocultar y engañar como si hubiera sido una decisión unilateral de Estados Unidos y no un arreglo pactado entre los dos.   

La embajadora no hizo más que confirmar lo escrito por Pompeo, quien expuso a Ebrard como un mal negociador para los intereses de México, pero favorables a los de Estados Unidos, pues si bien se evitaron males, no hubo ningún beneficio para el país y sí militarizamos las fronteras como quería Trump.

El Presidente defendió a Ebrard para no afectar el carnaval sucesorio antes de tiempo, pero sacrificó en el altar de la mañanera a una persona honorable, quien le sirvió con lealtad y eficacia. Así es la política…

Ante el ataque artero y manipulador de Ebrard, cobijado desde el atril presidencial, la embajadora se defendió con gallardía desde su hogar, con mesura, inteligencia y respeto al Presidente, a pesar de todo.

La mayoría de las reacciones han sido favorables a la embajadora pues dijo la verdad y negativas al precandidato, a quien le va a costar este atropello.

Alejandro Celorio, consultor jurídico de la SRE, fue enviado por su jefe a declarar que la embajadora podría ser sometida a una sanción legal por violar el sigilo diplomático.

Así es como Ebrard usa la ley del Servicio Exterior Mexicano: para amedrentar y encubrir sus mentiras.

La verdad es revolucionaria: mueve las conciencias libres, impulsa a quienes son fieles a sí mismos.

La mentira es reaccionaria: somete a los lacayos, postra a los cobardes ante el poder absolutista.

DETONAMOS este artículo publicado en Milenio, con autorización de su autor.

Agustín Gutiérrez Canet

Periodista y Embajador de México en retiro. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Diplomático de carrera, representó a México como embajador en Rumania (2013-2016), en Finlandia, concurrente en Estonia (2008-2013) y en Irlanda (1995-1996). Fue cónsul general en Hong Kong y en Macao (1991-1995), ministro y jefe de cancillería en España (1989-1991), consejero en Italia (1985-1986) y representante alterno ante la FAO en Roma (1986-1987). En la Secretaría de Relaciones Exteriores fue director general de Comunicación Social (1982- 1985) y subdirector general de Prensa Extranjera (1980-1982). De 2003 a 2005 fue coordinador de Información Internacional en la Presidencia de la República y director del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana (1998-2002).