Lección política a corcholatas
El brillante diplomático español Diego Saavedra Fajardo (1594-1648), licenciado en derecho por la Universidad de Salamanca, embajador ante los cantones suizos, la Dieta Imperial de Ratisbona, negociador del Tratado de Münster y miembro del Supremo Consejo de Indias, escribió en 1640 Idea de un príncipe político cristiano, representada en cien empresas, integrado por una centena de sentencias ilustradas con figuras alegóricas.
Este libro didáctico tuvo gran éxito editorial en Europa, con traducciones al italiano, latín, alemán, francés e inglés.
Quizá poco tienen en común el México contemporáneo con la España de los Habsburgo, pero las lecciones de gobierno de Saavedra son atemporales y universales, aunque sean despreciadas por los pragmáticos.
El principio de realidad aparentemente es incompatible con el deber ser.
En la lucha entre el pragmatismo y el idealismo en un principio parece que gana el más astuto.
La carencia de ideales termina en la degeneración moral, donde florecen efímeros y vulgares ambiciosos, quienes en una perversa competencia se humillan hasta la ignominia con tal de detentar el poder, al final acaban sin el poder y con el alma resentida.
México pasó de ser una dictadura perfecta a una dictadura corcholatera, bajo la autoridad de un presidente predicador.
“Todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando los designios”, escribió Saavedra, máxima vigente en el México de hoy.
En el libro de Saavedra, el emblema del león, Non maiestate securus (no por ostentar la majestad puedes estar seguro), aparece ilustrado con un dibujo del rey de los animales, recostado con los ojos abiertos, cuya lección básica es desconfiar:
El experimentado diplomático advierte que “el león duerme poco, o si duerme, tiene abiertos los ojos.
No se confía tanto de su imperio, ni se asegura tanto de su majestad, que no le parezca necesario fingirse despierto, cuando está dormido.
Fuerza es que se entreguen los sentidos al reposo, pero conviene que se piense de los reyes que siempre están velando. Un rey dormido en nada se diferencia de los demás hombres.
Aun esta pasión ha de encubrir a sus vasallos y a sus enemigos. Duerme, pero creen que está despierto.
“Astucia y disimulación es en el león el dormir con los ojos abiertos, pero no con la intención de engañar, sino de disimular la enajenación de sus sentidos”.
Así López Obrador, como un león dormido, mantiene los ojos abiertos, alerta para enfrentar las conjuras en su contra de amigos y enemigos, en estos prematuros tiempos de sucesión electoral.
Se reproduce el texto publicado en Milenio, con la autorización del autor.