Lecciones de la Iglesia Católica a los partidos políticos

Hace muchos años, cuando terminó el Concilio Vaticano II, en 1965, hubo un terremoto en las entrañas de la Iglesia católica.

Tanto por el lado de los tradicionalistas, a los que les espantaban los cambios, como a los que se llamaban progresistas, que querían cambiarlo todo, se dieron numerosas defecciones.

Unos, no querían la Misa en lengua vernácula, otros querían convertirla en una mera celebración simbólica, casi en una fiesta sin sacramento.

FUGA

Durante años, institutos religiosos de gran prestigio vieron salir de sus filas a decenas y hasta cientos de sus integrantes.

Yo oí a un anciano decir que ya sólo quedaba el resto fiel, pues hasta el Papa había traicionado a la Tradición, y a otro, más joven, hablar de la Iglesia despectivamente, con calificativos que no me atrevo a repetir, porque decía que no sabía incorporarse al mundo moderno.

CONSERVAR A LOS DE MÁS AÑOS DE FIDELIDAD

Comento todo esto porque el consejo que daban los más sabios era que los institutos religiosos debían conservar a los que tenían años de fidelidad para recobrar el espíritu original de su Instituto, y dejar ir a quienes por una u otra razón criticaban sin construir.

Ojalá ese consejo lo aplicaran los partidos políticos de hoy, y sobre todo los que dicen que se van del partido porque ya no es lo que era antes, siguiendo aquélla parodia de Les Luthiers, poner por encima de los mezquinos intereses partidistas los supremos intereses personales.

José Luis Mastretta Galván

Físico por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Filósofo por la UNAM y UPAEP. Maestro en Humanidades por el CPH. Director de Pensamiento Empresarial CANACO MTY 1986-1997. Comentarista político desde 1981.