Michoacán huele a paraíso, pero también a muerte
Efectivamente, como lo mencionó Roberto Monroy, secretario de turismo en el estado de Michoacán, hay diferentes niveles de pueblos mágicos.
En ocasiones se descuidan a los que realmente tiene características extraordinarias por otros que no las tienen.
Esta declaración la hizo el sábado pasado en Cuitzeo, Michoacán.
En mi intervención señalé que no estábamos todos lo que deberíamos estar pues, aunque se convocó a alcaldes y presidentes de comités ciudadanos de los pueblos mágicos michoacanos, solamente hizo presencia la doctora Rosa Elia Milán Pintor presidente municipal del municipio sede que estaba celebrando su quinceavo aniversario con el distintivo.
Michoacán huele a paraíso, pero también huele a muerte.
Nada menos la citada alcaldesa es viuda porque victimaron a su esposo presuntamente miembros del crimen organizado y hacía pocos días se habían encontrado cuerpos de jóvenes muertos.
Qué difícil situación es la que se vive en la región.
Del vecino estado de Guanajuato acudieron representantes de sus pueblos mágicos, particularmente Lupita Almanza presidente del comité ciudadano de Salvatierra acompañada por la energética Carmen Nava, una dupla magnífica.
En torno a las experiencias vividas recientemente puedo señalar que el mestizaje y sus expresiones culturales se hacen evidentes en muchas festividades de poblaciones mexicanas.
UN TESORO DENTRO DE OTRO
Cuando existe un tesoro de carácter turístico mayor dentro de otro tesoro que representa el producto conocido y que es lo que “se oferta” es cuando se hace evidente la riqueza que se invisibiliza por temas de mercadotecnia o de imagen.
Pero tener en el pueblo mágico de Salvatierra, centros ceremoniales toltecas justo en la frontera geográfica entre las poblaciones indígenas de Mesoamérica y Aridoamérica, vaya que resulta una verdadera veta por encima de la raigambre española de lo que fue la primera ciudad que se fundó en el estado de Guanajuato.
Fueron cuarenta familias procedentes de la península Ibérica las que se asentaron en el año de 1644 en un sitio cercano a las frondas del río que en la actualidad lleva el nombre de Lerma.
Sin embargo, estas familias fueron abandonando en los primeros dos siglos el asentamiento, dejando aficiones como el de la tauromaquia.
Han sido los mestizos de aquella primera comunidad humana los que han rescatado desde finales del siglo XIX la presencia de “manolas” primeramente como cortejo multicolor para acompañar a los toreros al que fuera el primer coso para toros de lidia que hubo en la región.
María del Rosario Orozco, eficiente directora del archivo histórico, luego de mostrarnos los avances del aula etnográfica que se pondrá al servicio de los turistas, nos llevó a una bodega en la que hay cientos de carteles de corridas de toros con los grandes matadores mexicanos de los últimos ciento cincuenta años, lo que testifica la importancia de la fiesta brava en Salvatierra.
El acalde del bello lugar, mostró con entusiasmo su amor por un pueblo que tiene un patrimonio edificado de una arquitectura señorial, incluyendo el magnífico templo de la Virgen de la Luz, que de tan imponente resulta más destacable que algunas catedrales que conozco, precisamente allí German Cervantes quien soñó desde más joven con presidir su pueblo, permitió que observáramos el espectáculo de luz y sonido que se proyecta sobre el citado templo.
Allí van apareciendo en imágenes muy bien logradas los personajes que fueron construyendo la ciudad, incluyendo los vastos productos agrícolas que se cultivan y cosechan en un lugar que fue el principal granero de cientos kilómetros a la redonda.
¿Pero quiénes fueron los que emprendieron las labores campesinas?
No quienes inicialmente llegaron de Europa, más bien el campesinado fue integrándose con indígenas de la región, y de Oaxaca; con negros y mulatos que se fueron asentando en barrios como el de San Juan y que son los que tiene el pulso de “La Alborada” que es un desfile multitudinario en el que la población más sencilla de Salvatierra sale a las calles para celebrar el “buen temporal” que desde el sincretismo se festeja desde una imagen conocida como “El Señor del Temporal”.
Esta fiesta mestiza en la que se montan vistosos arcos monumentales realizados con madera, frutas y verduras son de extraordinaria belleza, pues para hacerlos posible tienen sus artífices que hacer un perfecto balance del peso de lo que se va entretejiendo con hojas de sotol que se montan.
Detrás de esta celebración popular que hace que miles de lugareños se agolpen en las calles, hay raíces que deben ser investigadas para que la riqueza de la multiculturalidad haga que los turistas tengan un mayor interés de conocer un sitio que merece estar mejor comunicado por vías terrestres y contar con una transportación más adecuada.
Doña Carmen Nava, principal impulsora de este pueblo mágico es una anfitriona que se ríe con la franqueza de quien tiene la seguridad de que es originaria deun lugar de ensoñación.
En Nuevo León necesitamos a muchas Carmen Nava que se atreve a solicitar desde la sociedad civil patrocinios para que las cosas ocurran, ella es una comunicadora que ha tenido programas de radio de mucho alcance y sabe que hay que promover las bondades del turismo de manera asertiva buscando tener una mejor calidad de turistas, no los que depredan sino los que suman sus cuidados a la conservación del entorno.
Sé que estamos en México, pero es válido pensar que habrá un mejor destino para los municipios rurales con vocación turística.