Por lo pronto

Náufrago con Wilson II

Rodin DETONA: Solo en una isla desierta con todo mi vestimenta de blanco menos los zapatos. Sin agua potable y mucho calor. 

Como si fuera una escena de la película Náufrago (2000) protagonizada por el galardonado actor Tom Hanks, es como me vi al adentrarme en una pequeña isla al sureste del país con motivo de acompañar a apreciados novios familiares de la tía de mi madre que se casaban al atardecer. 

Pero tuve mala suerte al perder el barco taxi que zarparía con los demás invitados incluyendo al juez del registro civil, ya que mi vuelo salió retrasado y por ende tuve que contratar a un (experto) empírico lanchero del puerto quien me aseguró que conocía todas las islitas a la redonda. 

La ceremonia comenzaría a las 6:00 pm. Así que siendo las 5:00 de la tarde, juré que llegaríamos a tiempo para escuchar el SI ACEPTO de los novios.

Le pregunté a mi salvador lanchero su nombre y me dijo que se llamaba Pepe, pero la gente le decía Kevin.

Aproveché para asegurarme de su ruta a seguir y me dijo que llegaríamos al encuentro nupcial en una hora.

Y eso me intranquilizó un poco. No sin antes ver qué de la pesada lanchita brotaba el humo del motor y el aroma a combustible.

Por fin, al acercarnos a la isla prometida me confío que en 10 minutos llegaríamos a tocar tierra que no me preocupara porque él conocía (nuevamente mencionó) la paradisiaca zona de las islas.

Cuál sería mi sorpresa que al atracar en el pequeño muelle de la isla no vimos ningún barco o lancha ni mucho menos invitados.

A lo que le pregunté a Kevin que sí se equivocó de isla. Kevin me contestó que no, que esa era la ruta indicada. Me pidió que bajara de la lancha para ir a inspeccionar donde estaban los novios y la ceremonia.

Para acabarla de amolar no había señal de internet así que no pudimos comunicarnos con nadie.

Me dijo hágase para allá enfrente de la palma y si gusta sentarse. Ahorita regreso voy a divisar desde el cerro aquel donde anda la gente y el evento. 

Y ahí me tiene querido lector. Solo en una isla desierta con todo mi vestimenta de blanco menos los zapatos. Sin agua potable y mucho calor. 

Tomé una rama de un árbol para echarme aire y al voltear a mi derecha, ¡oh casualidad! a dos metros de mí en línea recta solo triste y decaído apareció un jugoso coco de buen ver me supongo que habría caído a la arena recientemente. 

Pasó media hora y el famoso Kevin no regresaba y por mi mente empezaron a surgir algunas fatalidades de vida. Esas que te aterran.

Y pensé si se lo habría comido un puma o lo picó una víbora o se cayó en un pozo. Pobre Kevin dije QEPD.

Pero ahora como me voy a regresar a mi lindo hotel. Ni sé prender la lavadora mucho menos una lancha llena de agua. 

Tal pareciera que para tener mi mente distraída habría de hablarle al coco (Wilson II) como lo hizo Hanks solo que este utilizó una pelota para no volverse loco y sobrevivir. 

Pero para mi bendita suerte en menos de una hora apareció Kevin todo sudoroso y agotado diciéndome que solo nos equivocamos de muelle. Que tenemos que dar la vuelta a la isla y ahí sería la boda. Me ofreció disculpas mismas que acepté aunque por dentro eché madres.

Nos subimos a la lancha y en 15 minutos llegamos a la ceremonia que estaba por terminar. Para mi fortuna, pasé a de la incertidumbre al gozo con tequila y mariscos, pues pude disfrutar de la cena de recepción con alegría y emoción no sin antes echar de menos al mudo y redondo coco Wilson II. 

Al final del evento, en plena etapa de desahogo, al calor de la música y entusiasmo conté a quien quisiera escucharme mi penosa aventura. 
Rodin

Editorialista desde hace 4 años. Escribe en regio.com. Monitor Político, Scriptamty, Diario Digital, La Talacha Noreste; además de ser editorialista de Radio 1190 am.