Sequía para el 2023
Se dice que viene otra sequía para Nuevo León.
Por falta de lluvias las presas no tienen la cantidad de agua necesaria para garantizar el abasto en el área metropolitana; error, no es otra sequía, es la misma que se arrastra desde el 20 o 21 y se niega a terminar.
La sequía no surge espontáneamente, tampoco es responsabilidad del actual gobierno, ni siquiera del gobierno de Jaime Rodríguez, en su caso, la culpa del anterior gobierno fue no tomar previsiones ante la sequía existente.
Para marzo del 2021 la sequía era un problema serio y sin contención.
Lo dije antes y lo recuerdo ahora. Cerro Prieto estaba a mucho menos de su capacidad en la primavera del 21; lo constaté estando en un rancho que limita con la presa ubicada en Linares.
El vaso de agua se ubicaba a más de 100 metros con respecto a la cerca del rancho, sitio hasta donde llegaba el agua en otro tiempo; en terreno que otrora fue fondo de la presa, había huellas marcadas que reflejaban el paso constante de vehículos, incluso durante esa estancia pasaron una cuatrimoto y una camioneta, la ruta servía de atajo entre dos puntos aledaños a la presa.
En ese mismo tiempo, la presa de La Boca tenía un agotamiento visible, hay notas periodísticas donde se hablaba de un proyecto para construir un espacio turístico y de esparcimiento a partir de desecar la presa, se cuestionaba que existía el interés por mantener algo similar a un lago rodeado de inversiones y atractivos.
En concreto, la sequía del 2021 advertía una crisis mediata, hubiera o no lluvias, pues se requería de un huracán para llenar por completo las presas, pero el gobierno independiente fue negligente, perforó algunos pozos en el centro de Monterrey y en otras zonas para mantener el flujo de agua en las llaves de casas y oficinas.
Las consecuencias fueron previsibles y se escribieron en esta misma columna en forma oportuna.
Para el verano del 2022 no se presenta la sequía, en ese momento se vivieron las consecuencias del mal provocado por lo que llamaríamos la tormenta perfecta: sequía sostenida, mala administración del servicio de agua y la sobre demanda por parte de una población creciente.
Hace unos meses, en el marco del aniversario por el primer año de gobierno del actual Gobernador, me entrevistaron para El Horizonte sobre los retos que veía rumbo al segundo año de gobierno, la respuesta fue, entre otros temas: la contaminación y la escasez de agua en el 2023.
No es asunto de agorero, la contaminación es evidente ante la disyuntiva de sancionar y cerrar empresas con lo cual el desempleo se vuelve crisis o, buscar cómo paliar la crisis por la mala calidad de aire.
El asunto del agua me resultó más sencillo de entender.
Las presas nunca llenaron el vaso, las pocas lluvias que llegaron en el 2022, permitieron resolver la inmediatez, apoyaron como solución de contención, pero no resolvieron el problema del abasto de agua, vaya, sólo se pateó el bote.
No se aproxima una nueva crisis de agua en los hogares, lo que vivimos se asemeja al incendio contenido pero no apagado que aviva con una corriente de aire; así por la falta de agua ante la inexistencia de lluvias, acrecienta las consecuencias de la escasez.
Es urgente que conozcamos la realidad, somos como usuarios, parte del problema y como tal debemos aportar a la solución. Si hay agotamiento en los vasos de agua es parcialmente por la sobreexplotación de las reservas.