¿Transformación o destrucción?
El Presidente ha elegido llamar a su gobierno la “4a Transformación”, antecedida por las guerras de Independencia, Reforma y Revolución, que intentaron cambiar al País y se caracterizaron por décadas de violencia civil, estancamiento y pobreza.
Al final de ellas, México quedó mas pobre, con menos territorio, más desigual y menos libre.
Nos han enseñado a venerarlas como las que nos condujeron a superiores estadios en los cuales los oprimidos lograron su redención y la Patria su esplendor.
Esta visión no se sustenta en los resultados logrados por dichas subversiones y encubre sus gravosos y permanentes costos.
Sus frutos se vieron décadas después, cuando estadistas moderados y prudentes lograron domar a las fuerzas desatadas; tranquilizaron temporalmente al país y pudieron movilizar positivamente a todas las fuerzas sociales hacia una dirección de reconstrucción y progreso.
Los radicales de todas las revoluciones no están dispuestos a ceder en sus ideas a pesar de todas las consecuencias.
ANIQUILAR AL ADVERSARIO.
Empeñados en construir una utopía que generalmente no logran, causando muertes, miseria, injusticias, exclusión y deshonra al antagonista.
El gobierno actual no alcanza a establecer una línea entre la destrucción y la transformación.
No ha sido prudente y práctico para lograr el cambio deseado sin agravar los costos - ya severos- que padecen millones de compatriotas por los últimos 40 años de bajo y desigual desarrollo.
Desestiman los costos de un cambio radical por estar mentalmente divorciados de la sicología de los moderados, quienes somos, que pensamos es posible un cambio necesario sin descomponer irremediablemente la actividad económica, armonía social, unión de esfuerzos y la seguridad.
FUNDAMENTALISTAS INCOMPETENTES.
Prefieren excluir la crítica, antes que permitirla y deciden rodearse de fundamentalistas incompetentes.
Así como en la Independencia, la Reforma y la Revolución, ahora en el siglo XXI, a los radicales nos oponemos los moderados, no traidores ni corruptos, que pensamos es posible transformar, sin causar una virtual guerra civil sin balazos, que costaría gran esfuerzo después estabilizar para que los más pobres verdaderamente reciban los beneficios que merecen.
Las revoluciones rinden frutos cuando los caudillos son sucedidos por estadistas con madurez política, que negocian la conciliación de radicales y moderados convirtiendo los pronunciamientos en políticas efectivas de gobierno.
Si queremos el bien de los desposeídos, prosperidad mayoritaria, menor desigualdad, es necesario ahora el líder sincrético entre Hidalgo e Iturbide; entre Juárez y don Porfirio; entre Madero y Calles.
No estamos para guerras civiles que dividan familias, amigos, regiones y sociedades, aunque no sean sangrientas.
Queremos un líder transformador, sin resentimientos ni soberbia, que nos concilie y movilice para el bien común, porque es la única manera en la que se podrá mejorar a los pobres.
Solo así el actual gobierno logrará sus loables metas.
Fernando Turner Dávila es CEO de Katcon y sus plantas operan en todo el mundo.