Una afortunada por tener estos maestros...
Qué afortunado fuiste en encontrar en tu madre y maestros ese amor que buscas y encuentras. Yo solo tuve el de mi madre abuela y las enseñanzas de mi padre quizás distante...pero me leía y enseñaba de la vida y de poetas.
Nunca un maestro o maestra, entre esas monjas amargadas que quizás su amor fue solo Jesucristo. Quizás me hicieron sentir su rechazo y fue por pensar diferente y leer libros que ellas jamás tendrían en sus manos, de los que emanaba la sabiduría de los grandes para hacerla mía o actuar en base a ella.
Libros prohibidos desde Santo Tomás, San Agustín, los de Santa Teresa de su pensamiento Rumi y donde provenía Dante.
Yo era solamente una niña que hurgaba hasta en el tesoro de la juventud la mitología griega. Imaginen una niña de 10 años "sabihonda" que reta creencias o se aburre en las clases de costura...
Solo ahora he encontrado a pocas personas como Alejandro, Pedro Reyes Velásquez, Placido Garza, Villegas, Perez Correa y el mismo Bartlett, alguno más que apenas si recuerdo.
Mis maestros han sido los libros, los escritos que cada vez encuentro en cajas de papá y tú. Gracias por compartirme tanta sabiduría que trato de mezclar en música, en filósofos, mitos, leyendas, poemas. Más solo escucho eco.
Muchas de las personas que conozco (mujeres) se interesaron en las labores del hogar y los hijos, y tienen toda mi admiración y respeto. El mundo que nos rodea no es bello, existen pobres, enfermos, niños hambrientos, presos, y hay que cerrar los ojos.
Hay muchas cosas en el hogar qué hacer y a veces nos consideran causantes del desmembramiento de las familias. Aún así, existen las estrellas.
El equilibrio es muy difícil, el esposo exige, los hijos te necesitan, la caridad empieza en hacerse uno pedazos, a veces quisiera ser inocente y no ver a los demás ni sus carencias, no leer los periódicos que dicen verdades que asustan.
La mirada hacia adentro, pero me siento culpable cuando me niego a ayudar, y aunque la persona posea economía, sé que no le alcanza para ayudar a los demás, y digo un poco, como un vestido, una pulsera, aunque sea de bisuterías, no me hace falta, y a mis hermanos del teatro y los pintores y los poetas, a algunos les cortaron el gas y la electricidad, y humildemente vendo un reloj, una cadena.
Me dejo de comprar algo, al fin y al cabo parecen nuevos lo que uso y me ven anticuada, pero no importa ya doy vuelta a los vestidos y sé que el Dios de Espinoza me escucha.