“Escribo lo que veo cuando los ojos no funcionan”.

La gentileza es el mejor calmante.
NOTA DEL EDITOR (Plácido Garza):

Mi amigo José Macías perdió la vista a sus 6 años de edad debido a la leucemia que padeció.

Hoy, viaja por todo el mundo ayudando precisamente al mundo, gracias a su Maestría en Psicología, que ejerce para una de las organizaciones más acreditadas internacionalmente en su especialidad.

Quienes formamos parte de DETONA nos sentimos muy honrados y orgullosos de tenerlo como editorialista. Además, ¡escribe muy bien! como podrán verlo aquí.

Ey, él también los puede ver!!!!

MI 1er ARTÍCULO PARA DETONA.

“¿Tendrás agua para tomarme una medicina?” Por supuesto que evité decirle al agente de la aerolínea que era para administrarme la droga que me permite que un avión se transforme en una gran bolsa insensible para dormir.


“Claro que sí. Ahora mismo la tripulación va a subir al avión, en cuanto ellos suban voy y te traigo una botella. Me llamo Marcelo”.


Estaba en el aeropuerto de Londres esperando mi vuelo hacia Houston y luego hacia Monterrey.

El viaje de 2 semanas y media estaba por terminar. Había pasado ya por tres diferentes asistentes Indios a lo largo de la terminal 2 de Heathrow y por fin estaba ya tras el mostrador de United Airlines, esperando el abordaje.


Marcelo no incumplió su palabra. Después de unos 10 minutos regresó con una botella de agua y yo me administré mi somnífero.

Lo que no supe era que la tripulación no había ingresado aún al avión. Me recosté en mi asiento y permití que los químicos invadieran mi sistema nervioso para prepararme para ese lapso de inconsciencia que me llevaría de Europa a Estados Unidos sin ni siquiera darme cuenta. 


Pasados 5 minutos, una voz, con el inconfundible acento gringo, anunció que el abordaje se demoraría unos 15 minutos debido a que estaban haciendo una revisión técnica del avión.

Yo seguía sintiendo cómo esas sustancias ajenas a mi cuerpo se disolvían en mi sangre.

Después de un rato, el gringo repitió más o menos la misma información, y para evitar la inquietud de los pasajeros, les pidió que todos aquellos con necesidades especiales, niños o primera clase, se aproximaran al mostrador para comenzar a escanear sus pases de abordar.


Mi mente comenzaba a fragmentarse: una parte seguía en Heathrow y otras flotaban entre duermevelas confusas y un descanso anestesiante que estaba anhelando.

Luego escuché la voz amistosa de Marcelo en los altavoces: había falla en un software y la revisión tardaría media hora más. Mi mente dejó de divagar y regresó a Heathrow; si le habían pedido a Marcelo, con su tono cordial y cálido, que anunciara la noticia, creo que no venían buenas noticias.


Minutos después, una mujer de la aerolínea me ofreció snacks y bebidas. “En la madre”, pensé; cuando una aerolínea te da snacks y bebidas, es el presagio de una mala noticia sobre tu vuelo.


Mi mente ya estaba casi por completo de regreso en Heathrow y comencé a captar cuchicheos: retraso, falla, revisión, cancelación, unas horas, al próximo día… La mujer de la aerolínea volvió a acercarse a mí después de otra media hora, e insistió en llenarme de snacks.


“Gracias. Pero ahora mismo lo que necesito es saber qué pasa con el vuelo”.
“Desgraciadamente es muy probable que se cancele. Pero toma algo y en un rato te aviso”.

SOY CIEGO.

“No quiero nada, gracias. Mejor avísame en cuanto sepas para saber qué voy a hacer”.

MI tono ya era hostil. Soy ciego,, y si de por sí, un vuelo cancelado es un evento funesto cuando ves, al ser ciego, las dificultades se multiplican.


En un rato llegó Marcelo, la amistosa ave de las tempestades que por lo que vi, UA empleaba para transmitir las malas noticias.

“José, el vuelo está cancelado. SI fuera tú me quedaba a dormir en Londres y tomaba otro vuelo mañana, porque, aunque salgas en un rato, tendrías que pernoctar en Huston ya que el vuelo que tienes para Monterrey es el último”.


De las distintas travesías que me pueden suceder como ciego al viajar solo, una de las que más me causan ansiedad es la cancelación de un vuelo y pernoctar en la ciudad en cuestión.

La aerolínea paga el hotel, la alimentación y el transporte, pero la asistencia para llevarte al hotel y regresarte al otro día, según mi experiencia, no está muy definida.

La última vez que me pasó fue en Chicago, y fue tan mala la respuesta que recibí de la aerolínea para asistirme en ese caso, que un pasajero de Monterrey que estaba en la misma circunstancia se ofreció a ser mi guía y nos aventamos toda la travesía juntos, por lo que la aerolínea se pudo despreocupar de mí.

PUSO UNA MANO EN MI HOMBRO Y DIJO: NO TE PREOCUPES.


“¿Tienes dónde quedarte en Londres?” Preguntó Marcelo con su tono cordial. No lograba identificar su nacionalidad.


Ante mi negativa me puso una mano en el hombro y me dijo: “no te preocupes, voy a arreglar todo y vuelvo en un momento”. Y volvió a cumplir.

El vuelo fue cancelado por una falla técnica del avión y yo iba a pasar la noche en un hotel cercano, tenía la cena y el desayuno del próximo día incluidos, y me enviarían a Houston en el primer vuelo de la mañana; podía dejar mi equipaje en el aeropuerto, ellos lo iban a enviar directo a Monterrey para que lo recogiera a mi llegada.


Me sinceré con Marcelo: “me ha pasado con las aerolíneas que no tienen a alguien que me lleve hasta el hotel, y menos quién vaya por mí al día siguiente y me acompañe de regreso al aeropuerto”.

Se quedó pensativo, creo que tampoco él lo tenía en su protocolo. Y otra vez su promesa y a los 5 minutos regresó: “yo te voy a llevar con el supervisor para que te dé tus vales de comida y hospedaje, yo te voy a llevar hasta el hotel y a mostrarte el cuarto, y voy a arreglar para que alguien vaya por ti mañana a las 6:30 am, porque yo mañana descanso, y aun si alguien no pudiera ir por ti, yo paso por ti, nada me cuesta”.


Todo sucedió al pie de la letra. Mientras esperábamos el camión que nos llevaría al hotel me contó que era de Recife, en Brasil; que tenía 25 años en Inglaterra, que siempre quiso vivir fuera de su país y que tenía 19 años trabajando para United. Su charla me tranquilizó.

Llegamos al hotel donde la chica que atendía la recepción me recibió con un servicio impecable, el tono en su voz dejaba saber que entendía lo que era mejor hacer.

Le aseguró a Marcelo que ella me iba a llevar al restaurant a cenar y que de ahí me llevaría a mi cuarto.

Agendó mi llamada de despertador y acordó con Marcelo que alguien de United pasaría al siguiente día a las 6:30 am para llevarme al aeropuerto. Marcelo se despidió diciéndome que me dejaba en buenas manos.

Y AHÍ ESTABA DE NUEVO MARCELO, CON SU BUENA DISPOSICIÓN INTACTA.


A la mañana siguiente, durante el desayuno, el manager del hotel me aseguró que a las 6:30 am pasarían por mí. A las 6:25 am lo escuché venir a hacia mí, canturreando, y me dijo con esa rebuscada amabilidad inglesa: “la persona que viene por ti ya está aquí, en el momento en que estés listo te llevo a la recepción”.


Ahí estaba Marcelo de nuevo con su buena disposición intacta. No inquirí si nadie de United había podido ir por mí, o si no había un protocolo, pero en el camino al aeropuerto Marcelo me contó cómo la noche pasada llegó a su departamento donde su pareja y algunos amigos estaban reunidos, se tomó un vaso de prosecco y se quedó dormido, agotado, en el piso.

A las 4:00 am se levantó y se preparó para ir por mí. “El avión donde te ibas a ir ayer sigue donde mismo, tiene que traer una pieza de Estados Unidos. Te voy a dejar yo mismo hasta la sala de espera, con una compañera que es súper eficiente y no tienes nada de qué preocuparte. Dame tu whatsapp, te voy a mandar un mensaje y me contestas cuando estés en México”.


Y una vez más, todo ocurrió al pie de la letra: cuando llegué a Monterrey mi maleta estaba aquí y el mensaje de Marcelo estaba en mi celular.

Le agradecí y le expliqué en un mensaje la ansiedad que me causa pernoctar durante los vuelos. Le pedí un correo para agradecerle a la aerolínea por su servicio.

El encuentro con Marcelo y su gentileza fue más poderoso y calmante que cualquier químico, y la interacción con él y con la gente del hotel fue una serie de promesas cumplidas con impecabilidad, lo cuál también regresa la calma y la certidumbre.
¡Obrigado Marcelo!

José Macías tiene una Maestría en Psicología Organizacional y Coach. Vive con ceguera desde los 6 años debido a la leucemia. Es colaborador de Dialogue Social Enterprise en Hamburgo, Alemania, empresa matriz de Diálogo en la Oscuridad, y una de las empresas sociales pioneras y más reconocidas de Europa. Durante 10 años ha impartido capacitación en más de 15 países en todos los continentes. Pepe es escritor en sus ratos libres. Durante una etapa de depresión, descubrió que escribir disuelve los laberintos mentales, cura el espíritu y aceita las neuronas. “Escribo lo que veo cuando los ojos no funcionan”.
 

Pepe Macías

Maestro en psicología organizacional y Coach. Vive con ceguera desde los 6 años debido a la leucemia. Es colaborador de Dialogue Social Enterprise en Hamburgo, Alemania, empresa matriz de Diálogo en la Oscuridad, y una de las empresas sociales pioneras y más reconocidas de Europa. Durante 10 años ha impartido capacitación en más de 15 países en todos los continentes. Pepe es escritor en sus ratos libres. Durante una etapa de depresión, descubrió que escribir disuelve los laberintos mentales, cura el espíritu y aceita las neuronas. “Escribo lo que veo cuando los ojos no funcionan”.