Hacia un nuevo modelo económico

José Luis Elizondo Treviño DETONA: La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que como sabemos es la economía más grande del planeta, podría marcar el inicio de un viraje en el modelo económico que gradualmente se implantará, dejando atrás el neoliberalismo a ultranza para transitar hacia modelos más proteccionistas.

Las tensiones políticas entre Estados Unidos y China, una de las economías más consolidadas en las últimas décadas, así como la creciente concentración económica y la desigualdad en la distribución de la riqueza en gran parte del mundo, han llevado a algunos gobernantes a proponer esquemas que incentiven el consumo interno. 

Esto incluye la aplicación de aranceles a las importaciones para proteger la industria nacional, lo que implica la implantación y el desarrollo de un modelo económico híbrido, donde el comercio global se mantenga, pero no a costa de la desaparición de las industrias locales. 

Este enfoque apuesta por políticas más proteccionistas del mercado interno.

El neoliberalismo, entendido como un modelo económico basado en la liberalización de los mercados, la reducción del papel del Estado en la economía y la promoción del comercio y la inversión globales, ha generado tanto beneficios como desafíos. 

  • Uno de los aspectos más debatidos es su impacto en las desigualdades económicas.
  • Los defensores del neoliberalismo argumentan que, para distribuir la riqueza, primero hay que generarla.

Sin embargo, los datos del Banco Mundial sobre la generación de riqueza muestran un incremento significativo en el Producto Interno Bruto Mundial (PIB), el cual, en 1990, fue de aproximadamente 22 billones de dólares a precios actuales, mientras que para 2024 se estima que alcanzará cerca de 108 billones de dólares. 

Este crecimiento ha sido impulsado por el desarrollo económico global, especialmente en economías emergentes y en mejoras tecnológicas y de servicios.

No obstante, aunque la riqueza mundial casi se ha cuadruplicado en ese periodo, la reducción de la pobreza extrema no ha seguido el mismo ritmo. 

En 1990, aproximadamente 1,900 millones de personas vivían en pobreza extrema; tras la pandemia de COVID-19, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se calcula que 1,100 millones de personas siguen en esta condición, concentradas principalmente en África, Asia y Latinoamérica.

Mientras que la riqueza se cuadruplicó, la pobreza extrema solo se redujo en un 42%.

Los gobiernos deberán encontrar un equilibrio entre la creación de riqueza y su distribución entre los segmentos más vulnerables de la población. 

En este sentido, los apoyos económicos directos para los grupos de población vulnerables pueden ser una solución temporal, pero no los apoyos universales. 

Una mejor alternativa seríafomentar la creación de fuentes de empleo sustentables y respetuosas con el medio ambiente, es decir, que no generen emisiones de carbono, permitiendo así a más personas salir de la pobreza.

El resultado podría ser un sistema híbrido que combine principios de mercado con un mayor grado de intervención estatal y proteccionismo, reflejando un equilibrio entre la integración global y la autonomía nacional. 

Este enfoque podría ofrecer una vía sostenible para abordar las desigualdades y construir economías más resilientes, amigables con el medio ambiente y con una mejor distribución para que pueda erradicar la pobreza extrema.
José Luis Elizondo Treviño

Profesor y abogado con más de 30 años en el servicio público estatal y municipal. Articulista en diversos medios digitales.