“La Nacional” de Gómez Morín, un fiasco
Tenía que hablar de negocios con un amigo y sugerí comer en “La Nacional” de Gómez Morín, pensando que tenía los mismos estándares de calidad de los otros establecimientos de su propietario, el empresario restaurantero, Felipe Chapa.
Mi experiencia en todos los restaurantes de Chapa, siempre ha sido satisfactoria y, por ello, deduje que el esplendor lo defendía a capa y espada en todos sus negocios.
¡Oh sorpresa, oh desilusión!
“La Nacional” de Gómez Morín, ubicada en la calle del mismo nombre, en San Pedro Garza García, está muy bien puesta y con un estilo urbano excelentemente logrado, pues fusiona elementos de diseño industrial y contemporáneo, a la altura de cualquier restaurante cosmopolita.
El lugar es acogedor, te abraza inmediatamente.
Iluminación, música, decoración, comodidad, limpieza, concepto, todo es emocionante; los meseros son modosos, muy atentos.
Como no sabíamos qué pedir, el mesero hizo algunas sugerencias.
Finalmente, mi socio se decidió por una coliflor frita como primer plato y, de segundo tiempo, un ribeye para compartir, acompañado de papas a la francesa con queso parmesano y aceite de trufa.
Cuando llegó la carne el mesero mostró el término de cocción, esperando nuestro visto bueno.
Y sí, la carne se veía suculenta, justo como la pedimos.
Sin embargo, cuando intenté cortar un bocado, no pude, pensé que el cuchillo no tenía filo.
Le pedí al mesero que me trajera un cuchillo para carne, pero tampoco pude cortarla.
La carne estaba tan dura como un huarache de llanta, incomible.
Me sentí apenado porque fui quien sugirió el lugar, a pesar de ello, no quise protestar en ese momento.
Yo no le entré al tieso huarache, no pude, sólo comí papas; mi socio tenía tanta hambre que comió una pequeña porción.
TODO UN AGRAVIO GASTRONÓMICO
Me hice coco wash para no refunfuñar, pero tampoco podía ignorar el agravio gastronómico, imposible normalizar la situación.
No aguanté más y pregunté por Chapa, me dijeron que casi no acudía al lugar. “Cuando el gato se va, los ratones hacen fiesta”, pensé.
Y empecé a hacer, como siempre, una breve reseña silenciosa de la comida.
Los totopos que te ofrecen como botana son malos, las salsitas están buenas, la coliflor muy buena, las papas fritas vienen en una porción generosa y están en su punto, pero esa carne en un restaurante de esta categoría es inadmisible.
Amablemente, le comenté al mesero la malísima calidad de la carne, se disculpó veinte veces.
MALÍSIMO PROVEEDOR DE CARNE Y EN LA MADRE... ¡LA CUENTA!
Le dije que él no tenía la culpa y le insistí que informara al chef y a Chapa que su proveedor de carne es malísimo.
Cuando llegó la cuenta nos dio el patatús.
El pedazo de llanta de unos 300 gramos que no pudimos comer costó $1,945.00.
La cuenta total fue de $3,497.00.
Después que nos recuperamos del telele, pagamos y dejamos un 20% de propina.
Los solícitos meseros no tienen la culpa de los costos.
Y nos fuimos para no volver jamás.
Si en algo somos expertos los regiomontanos es en detectar un buen corte de carne.
Por lo tanto, mi recomendación es que...
...no vayan a “La Nacional” de Gómez Morín a comer suela de zapato y pagar por ello.