Nueva Era

La traición del aliado

Pablo Hiriart DETONA desde Madrid: Con la espléndida reunión de líderes democráticos europeos y de Canadá, quedó claro que el gobierno de Estados Unidos ha cambiado de bando.

Por si faltaran pruebas concretas de que la lucha entre derecha e izquierda ha pasado a un segundo o tercer plano, ahí está el presidente Donald Trump con su grosera exigencia a Ucrania, país democrático de Occidente, de que capitule ante el invasor ruso.

El campo de batalla político y cultural (y hasta militar en este caso), tiene como protagonistas antagónicos a la democracia liberal y al populismo autoritario.

Ahí está el meollo.

Así en Europa como en Estados Unidos y México, por citar casos emblemáticos.

Con la espléndida reunión de líderes democráticos europeos y de Canadá celebrada el domingo en Londres, quedó claro que el gobierno de Estados Unidos ha cambiado de bando en esta lucha, aunque es fundamental disimularlo.

Ucrania puede resistir un tiempo –no sabemos cuánto– sin Estados Unidos, pero no puede hacerlo contra Estados Unidos.

Lo mismo Europa.

Sus líderes soportan estoicos las amenazas de aranceles a sus exportaciones, la acusación del gobierno estadounidense que señala a los europeos y no a Rusia como los enemigos del Viejo Continente, mientras desestabiliza a las democracias liberales con el respaldo a los partidos nacionalistas anti-Unión Europea.

Una bofetada tras otra.

La de ayer la dio a conocer The New York Times: el secretario de Defensa de la administración Trump ordenó al Comando Cibernético de Estados Unidos que detenga todas sus operaciones de inteligencia contra Rusia, con lo que desiste de entender las verdaderas intenciones de Putin en las negociaciones sobre Ucrania.

Como lo explicó el NYT:

“Los intentos de sabotaje en Europa, incluidos supuestos intentos rusos de cortar cables de comunicaciones, misteriosas explosiones y planes de asesinato dirigidos por Rusia, incluido el del director ejecutivo del mayor fabricante de armas de Alemania, en el último año. Hasta ahora, Estados Unidos ha sido fundamental para ayudar a las naciones europeas a contraatacar, a menudo en operaciones cibernéticas encubiertas, pero esa cooperación ahora podría estar en peligro”.

El domingo, el portavoz del Kremlin afirmó que “la nueva administración de Estados Unidos está cambiando rápidamente la configuración de toda su política exterior. Esto coincide en gran medida con nuestra visión”.

No fue el gobierno de Rusia el que cambió de campo, sino el de Estados Unidos.

El alineamiento de ambos presidentes se concretó con el voto en contra de Estados Unidos y Rusia en la ONU a condenar la invasión a Ucrania.

Los líderes democráticos de Europa, con Zelenski en la reunión, elaboraron un plan de paz de cuatro puntos que expondrán a Trump, que recoge sus acuerdos con Putin, pero pone un punto fundamental: una vez firmada la paz, tropas europeas garantizarán que Rusia cumpla el acuerdo.

“Botas en el terreno y aviones sobre Ucrania”, especificó el primer ministro británico, Keir Starmer, lo que da un triunfo a Trump al quedarse con los minerales de “las tierras raras”, y Rusia corre su frontera a expensas de territorio ucraniano ya conquistado.

Pero –un gran pero–, Europa vuelve a jugar un papel central en la solución, y los ucranianos tendrán garantizado que no habrá una tercera invasión rusa a su país.

Con eso los líderes democráticos europeos evitan repetir el error del Pacto de Múnich en 1938, en que aceptaron que Hitler se apropiara de una parte de Checoslovaquia (los Sudetes) sin fuerzas militares aliadas que garantizaran el fin del expansionismo nazi.

El pacto propuesto por los europeos es extremadamente gentil con Trump, y con Putin por añadidura.

Sin embargo es realista y permite ganar tiempo.

La oferta presentada el domingo, o sus puntos básicos sobre los cuales construir el acuerdo, tomará tiempo, y no es el “firma ahora o te mueres tú y tu país”, como significaron las palabras del presidente Trump a Zelenski el viernes en la Casa Blanca.

Esa paz a la carrera convenía a Rusia, pues necesita un respiro porque le ha ido mal en el campo de batalla y requiere reorganizarse.

Cuando la segunda potencia militar del mundo no va ganando tras largos años de guerra, quiere decir que va perdiendo (recordemos Vietnam y Afganistán).

La economía rusa –informa Alberto Rojas, enviado del diario El Mundo a Ucrania– se va agotando al mismo tiempo que sus viejos arsenales de armas de la Guerra Fría.

“El Fondo Nacional de Bienestar (de veras, así se llama) ruso, la caja de la que Putin saca su dinero para financiar la guerra, ha caído de unos 8.8 billones de rublos cuando inició la invasión, a 3.8 billones en 2024”.

Marie Mendras, profesora de Ciencias Políticas en París, publicó en Le Monde que “Rusia está agotada”.

  • Sus soldados no tienen adiestramiento, hay tensión en los altos mandos militares, órdenes y contraórdenes.
  • Su Ejército fue derrotado afuera de Kiev.
  • Su flota derrotada en el occidente del mar Negro (que le permitió a Ucrania reactivar su economía con las exportaciones de cereales por esa ruta).
  • Las pensiones aumentan por debajo de la inflación.
  • Faltan medicamentos.
  • Cada vez es más pesado llevar suministros al lejano campo de batalla.
  • El crecimiento de 3 por ciento de la economía es por la industria armamentista, a expensas de otras industrias, lo que aumenta la pobreza.
  • Hay inseguridad material.

Señala que la insatisfacción de las élites se demuestra en que un millón de rusos de clase media alta ha dejado el país en tres años.

En todo 2024 Rusia solo avanzó en 0.6 por ciento del territorio ucraniano.

Mil dirigentes de ese país tienen sus fortunas congeladas en el exterior.

Por eso a Putin le urge un alto al fuego en los términos que acordó con Trump.

Necesita tiempo para respirar.

Una paz sin compromisos y “dentro de un par de años volver a atacar”, como le dijo Lech Walesa al corresponsal de El Financiero en sus oficinas de los históricos astilleros de Gdansk.

Europa también necesita tiempo, para rearmarse y articular una defensa sin Estados Unidos.

Y para sortear los obstáculos políticos que tendrán al interior de sus países: las alianzas de la ultraderecha y la ultraizquierda pueden frenar las iniciativas presupuestales con ese fin en el Bundestag alemán, por ejemplo.

Si el jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, cumple lo que dice en torno del rearme, se queda sin gobierno, porque sus aliados de ultraizquierda son prorrusos y la ultraderecha de Vox baila al son que toque Donald Trump.

Y lo hace con balalaika.

Tiempo.

Tiempo y armas a Ucrania para que negocie desde una posición de fortaleza.

Tiempo a Francia, Gran Bretaña y otros países voluntarios en el acuerdo, a fin de que sus tropas se preparen para ir a Ucrania a impedir que suceda lo que Hitler hizo en Checoslovaquia.

Pablo Hiriart

Nacido en Chile, emigró a México a fines de los 70. En 1980 inicia su etapa como reportero del semanario Proceso y del diario La Jornada antes de formar parte del equipo de comunicación del gobierno federal.
Desde el año 2016, participa en México Confidencial en Azteca 13, en Proyecto 40 y es Director General de información política y social del diario El Financiero, donde escribe la columna "Uso de Razón".