Las corcholatas naranjas
Les queda grande cualquier espacio. Disfrutan de la seguridad de las avanzadas. Con los presupuestos se dan la gran vida.
Jóvenes, mujeres y diversas. Con ello cumplen varias de las agendas. Incluso la de indigenismo. Poder prieto. Raza de bronce. Whitemexican souvenir. Tik tokers.
Ximena, Mariana, Indira, Rocío, Lucia, Melisa y Carmen son perfiles afines. Disciplinadas a la ortodoxia de un grupo dominado por varones.
En sus espacios laborales, sus berrinches y caprichos son las modas de quienes habitan bajo su organigrama.
De una mesa pueden levantar a un activista social y expulsarlo de la reunión, como medida de restrictiva, de quien les puede y con seguridad lo hará, cuestionarles sus procederes.
También su exotismo de retirar botellas de agua en envase de plástico, si son declaradamente contrarias al uso de los materiales fabricados con petróleo.
Las historias negras de las corcholatas naranjas, como las llaman, incluyen la sustracción por horas de niños en custodia del estado. A quienes los pasean como propios, ya señalado por la autoridad de Derechos Humanos, como no adecuado para los menores de edad.
Quien defendía a los usuarios de transporte, ahora se alinea al ideal del secretario de movilidad, en los aumentos de precio de los servicios.
De Carmen y su protegida Melissa, la auditoria federal y estatal, deberán pronto fincar responsabilidades por duplicidad de funciones.
La senadora Indira, en sus sueños de reelección, es retroceso para Nuevo León. Igual Lucía y los distractores de lenguaje incluyente para la administración de Monterrey.