México somos todos
Éramos dueños de nuestra fuerza interior, de nuestros sueños y de nuestros deseos; hasta que llegaron aquellos con espejitos y nos mostraron que el sometimiento no tiene éxito si únicamente es físico.
Para controlar a un pueblo se le debe robar su identidad y entonces logras manipular su albedrío. Tardamos 499 años hasta que en el 2018, resurgiera el orgullo original que inició la transformación de nuestra nación.
Nos criaban para trascender. Aunque existiera diferenciación en los roles que nuestros ancestros desempeñaban. Los corazones se contagiaban de lo que moralmente prevalecía en la sociedad.
Antonio Velasco Piña en su libro Tlacaélel, el Azteca entre los Aztecas; develó la esencia del proceder mexica: “Así como el guerrero jaguar era la representación del ser que es ya dueño de sí mismo y que se halla al servicio de sus semejantes, el guerrero águila simbolizaba la conquista de la más elevada de las aspiraciones humanas: la superación del nivel ordinario de conciencia…”.
Nuestros referentes eran imponentes: portaban armaduras fabricadas de algodón imitando las pieles de un águila o un jaguar, los animales más temidos y respetados de la región. Sus nombres verdaderos eran ocelopilli (noble jaguar o guerrero jaguar) y cuauhpilli (noble águila, guerrero águila).
No utilizábamos motes para comunicar nuestra grandeza. No existían los llamados Jamaicón, Piojo o Chicharito. Nuestra visión era amplia y totalizadora. No éramos aspiracionistas, sino legítimos propietarios de nuestro ser.
Y entonces llegaron los dioses de cuatro patas que corrieran escupiendo fuego desde sus miembros superiores. Nos dejamos arrebatar lo nuestro por causa de un gobernante confundido y cómodo.
Moctezuma Xocoyotzin se escudó en su costumbre, en su conservadurismo y entregó la majestuosa identidad azteca; la olvidó.
Siglos de luchas constantes fueron forjando de nuevo el corazón de los originarios. Nos fuimos integrando a la nueva esencia de nación que se forjó.
La naciente raza fue despertando.
Nos hicimos mexicanos arraigados en Aztlán.
La evolución de nuestro país tomó sentido a partir de que entendimos que nuestra obligación es ser libres. Nos despojamos de una obesa y moribunda corona, evolucionamos. Nos quitamos de encima un gobierno afrancesado, evolucionamos.
Decidimos romper con las cadenas esclavistas del neoliberalismo, nos vamos transformando.
Ahora México es más fuerte. Respetado. Amado. Tenemos como líder a un presidente que conoce la historia de quiénes somos. Un visionario que respeta la voluntad de la mayoría y honra a los eternos olvidados.
Los jodidos ahora tienen quien los respalde. Nuestro país avanza hacia un equilibrio social reencontrándose con el humanismo real, no el prometido en los viejos discursos electoreros.
Hoy celebro adueñarme de México, con orgullo y convicción. Me reconozco azteca, tolteca, maya, tlaxcalteca, yaqui, rarámuri, chilango, regio, jarocho, choco y más, porque mexicano soy.
Integremos esta nación con las diferencias que nos hacen fuertes a todos. Miro hacia adelante sin olvidar mi pasado, sin dejar fuera a nadie.