Una Olimpiada donde nos iremos a dormir con fe y nos despertaremos con la realidad

Hace tan solo unas cuantas horas, la flama olímpica llegó al Estadio Olímpico de Tokio y prendió el pebetero que albergará dicha flama las siguientes dos semanas, y así se dieron por inaugurados los juegos de la trigésima segunda olimpiada.

Tuvimos que esperar por 364 días, debido a la pandemia del COVID_19, para que se celebraran los tan esperados Juegos Olímpicos en Tokio, y hasta el momento no deja de flotar en el ambiente el riesgo de una cancelación. Las autoridades japonesas y del Comité Olímpico Internacional no han dejado de tener sobre la mesa la posibilidad de una cancelación de última hora.

Con un total de 205 países, 11,261 deportistas competirán en 339 eventos de 33 deportes, repitiendo las mismas disciplinas de Río 2016, incluyendo algunas que estuvieron a punto de dejar el mote de disciplina olímpica, como son la lucha libre, la lucha greco-romana, el rugby 7 (por cierto, ¡qué emotivas imágenes nos regaló en Rio 2016!) y el golf.

Grandes esfuerzos de organización de diferentes federaciones como las de karate, que lograron ser considerados como deporte olímpico con dos disciplinas kata y kumité; disciplinas con muchos años de practicarse, como el surf y basketball 3X3, y otras de recién formación, como el monopatinaje y la escalada deportiva, con la intención de atraer nuevas audiencias a la justa olímpica.

La Delegación Mexicana, que es la decimoctava más numerosa (muy lejos del lugar 46 que ocupamos en el medallero general), embarca 164 atletas, encabezados con los abanderados Rommel Pacheco, clavadista en la que tal vez sea su última cita olímpica antes de dar el salto a sus funciones en la política, y la golfista Gabriela López, que en su momento fue la segunda mejor jugadora colegial en EU y asiste a su segunda olimpiada, ha tenido buenas participaciones en la LPGA y es considerada como una posible sorpresa.

Como siempre, acompañados de sus entrenadores y directivos, así como con sus maletas llenas de esperanza y sueños ante la poca cultura deportiva de nuestro país.
Definitivamente los logros, y sobre todo en una competencia del tamaño de una olimpiada, son personales y más ante la poca o nula difusión, afición, apoyo de algunos deportes y sus representantes.

Esos logros se magnifican, aunque como es nuestra costumbre, pocas veces lo reconocemos. Si no me cree, pregúntele a la persona que tiene a un lado cuántas medallas nos ha dado la halterofilia femenil en las últimas 5 olimpiadas (sexto deporte con más medallas en la historia para México y todas ganadas por mujeres) y cuántas representantes tenemos de dicha disciplina en Tokio. Si la respuesta es una de oro y dos de bronce, no se sorprenda por la respuesta... Es correcta. Lo sorprendente es que alguien lo sepa.

Ana López y Aremi Fuentes intentarán seguir con el buen paso de la disciplina desde Sidney 2000 hasta Londres 2012. Desconocemos como aficionados la trayectoria de estos atletas que, de manera fugaz, tendremos en la mente los siguientes 17 días, acompañados de un patrioterismo deportivo temporal y que luego, sin importar el alcance de su desempeño, dejaremos en el olvido.

Ignoramos los medios de calificación, reglamentos de cada deporte (algunos que nos parecen poco justos como los que dejaron fuera a Paola Espinosa o Jessica Salazar), quién o dónde entrenan y sobre todo desconocemos sus alcances reales ante los mejores de la mayoría de las disciplinas que se llevan a cabo en los Juegos Olímpicos.

A todo lo anterior, se suma la no menos pesada carga de los dirigentes deportivos: la mayoría de ellos con enfoques políticos (en consecuencia a sus puestos), salen a dar predicciones o cálculos con la menor de las prudencias para cumplir con el discurso y la foto de lo que se puede esperar de la Delegación Mexicana.

Obviamente los Juegos Olímpicos, que significan el final del ciclo competitivo de la gran mayoría de las disciplinas que se conjugan en la olimpiada, no son la excepción, por el contrario, son el mejor de los escaparates para anotarse triunfos y colgarse medallas, muchas veces de atletas que no solo fueron ignorados, si no que en ocasiones se preparan, compiten y viajan con recursos propios pero que con orgullo se les presenta en el patio de algún recinto oficial, impecablemente ataviados en el uniforme nacional y con la choteada y conocida entrega de la Bandera Nacional para viajar y representar de la manera más digna y orgullosa a nuestro país.

Esta ocasión no fue la excepción y la promesa no fue nada modesta: de 5 a 10 medallas, en un momento donde la dirigencia deportiva del país se encuentra con algunos, por no decir muchos, casos poco deseables y que han afectado a nuestros atletas, sin contar la prolongación del ciclo olímpico por culpa del coronavirus.

Obtener cinco medallas en una olimpiada significa a nuestro país obtener un rango mínimo de medallas que solo se ha logrado en 6 ocasiones de las 23 veces que hemos asistido a una olimpiada

Podemos descontar la olimpiada de Londres 48, donde 4 de las 5 medallas fueron en equitación, cuando la disciplina era dominada por militares; México 68, donde fuimos locales y por supuesto Los Angeles 1984, donde el boicot del bloque comunista nos impidió competir contra los representantes de dicho bloque que dominaban la caminata que nos dio 3 de las 6 medallas obtenidas. Con lo anterior nos queda Sidney 2000, que fue una buena participación; Londres 2012 con la inolvidable medalla de oro de futbol y finalmente Río 2016, donde de las 5 medallas, 2 fueron gratas sorpresas de María Guadalupe González en los 20 km de marcha y el bronce del cadete Ismael Hernández en las últimas pruebas del Pentatlón Moderno.

Me da mucho gusto y festejo cada medalla que gana México, pero la constancia y el dominio no han sido nuestras características olímpicas.

Es una delegación que deja fuera por estatutos a una doble medallista en clavados y a la rankeada número uno del mundo en ciclismo y récord Guiness de velocidad porque la inscribieron en una prueba donde normalmente no participa. 

Una delegación que recarga sus esperanzas en clavados donde siempre estamos entre los mejores del mundo; tiro con arco que nos dio dos medallas en el 2012: baseball donde eliminaron a Estados Unidos y solamente compiten contra 5 países más; sóftbol, que hasta el día de hoy ya tuvo un inicio malo con dos derrotas; Tae Kwan Do que igual siempre nos tiene con esperanza. Lo demás es esperar otra participación de la Selección de Futbol de México como hace 9 años, que la caminata nos vuelva a dar glorias, que la halterofilia femenil no sume puntos en el medallero.

El ámbito del deporte competitivo cada vez se hace más especializado y la infraestructura de nuestro país no respalda como quisiéramos la dedicación y empeño que algunos atletas ponen en sus carreras deportivas.

Salvo los que somos muy aficionados y decidamos desvelarnos estas dos semanas, el resto de la gente en el país se irá a dormir con las jornadas olímpicas diarias a 3 o 4 horas de haber empezado, con muchas competencias por terminar o siquiera haber empezado y despertarán cuando los resultados ya estén dados y la realidad de cada sueño olímpico se haya escrito.

Les deseo lo mejor de lo mejor a los 164 mexicanos que dejarán lo mejor de sus capacidades por la maravillosa experiencia olímpica de representar a un país como México y que la realidad entre la esperanza al irnos a dormir y el resultado al despertar sea lo menos cruda posible.

Día uno.
Arnulfo Mancera España

Lic. en Administración, consultor de seguros, aficionado al deporte (tenis, basquetbol, natación, padel, NFL fantasy, olimpiadas), y padre de dos increíbles mujeres.