Amor sin Barreras - West Side Story/ EUA, 2021
A sus 75 años de edad, yo opino que el director Steven Spielberg literalmente puede hacer lo que quiera, incluyendo su propia versión del clásico "Amor Sin Barreras", original de 1961.
A su modo y estilo el veterano realizador nos trae su visión del musical de antaño, montado en Broadway en 1957 cuyo libreto parte de la tragedia “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, montado ya en la pantalla grande en las calles de Nueva York de 1961, teniendo en mano la rivalidad de dos pandillas y en medio de todo el romance entre el anglosajón Tony y la portorriqueña María.
Tal cual María (Rachel Zegler) y Tony (Ansel Elgort) profesan y declaran su amor en medio de una tormenta de odio y resentimiento entre los Jets que ven su barrio desaparecer bajo el tsunami de inmigrantes de Puerto Rico.
Y Spielberg opta en su adaptación de mostrar otro elemento trágico que los tiene en apuro, ya que toda esta anécdota que sucede en el Upper West Side de Nueva York pasa en los momentos que todo en esa zona será demolido en pos de darle espacio al masivo conjunto Lincoln Center, que borraría a la postre 18 cuadras de dicho barrio.
La versión original muestra en una tremenda toma aérea un Nueva York que ya no existe.
La versión Spielberg abre precisamente con el proceso de demolición, de grandes cambios por venir, pero anclado al racismo imperante de los americanos.
Los Jets, encabezados por Riff (Mike Faist) y los Sharks por Bernardo (David Alvarez) son el objeto irresistible contra el objeto inamovible. Ambos desesperados, unos por recuperar lo perdido y los segundos por lograr capturar el sueño americano.
A como estructura Spielberg, monta las escenas tratando de respetar el libreto musical original, tanto en diálogo como en letra, colocando casi en orden los números musicales a como se montó en la puesta en escena de 1957, respetando el libreto de Arthur Laurents, y la música y partitura de Leonard Bernstein y el recién fallecido Stephen Sondheim.
En su estilo encuadra su visión de "Romeo y Julieta" con el primer encuentro entre María y Tony, la escena del balcón, el enfrentamiento dramático entre Bernardo y Riff y le funciona porque en lugar de ser sets artificiales como la de 1961, aquí nos sacan a la calle para que se luzca la lente del director de fotografía Januz Kaminski.
Pero aparte de mucho estilo, hay que quedar bien con Hollywood y la agenda de tolerancia, de ser inclusivos, equidad e igualdad y pues el cuento ya no es de pandilla contra pandilla.
Es de los Jets que son todos güeros blancos y son los malos de la película mientras que los Sharks, son víctimas de racismo cuando ellos sólo quieren esforzarse y vivir bien en un país que les ha dado un hogar.
El revisionismo de la historia incluye cambiar al personaje de Doc, el dueño de la tienda por la esposa Valentina como ejemplo de la tolerancia y cedo porque el rol lo ocupa Rita Moreno, la original Anita de la versión de 1961, tremenda e impecable a sus 90 años recién cumplidos.
Se supone que ese matrimonio entre anglosajón y latina es ejemplo de eso, de la tolerancia contra el odio que la moderna Anita (Ariana DeBose) carga en su ADN, pero con culpa del racismo que día con día tienen que soportar.
Contrario a eso, no estoy muy a gusto con el Tony de Ansel Elgort (Baby Driver, Divergente), no lo considero con presencia en pantalla y en cierta medida lo mismo para Rachel Zegler y su María y a las pruebas me remito con la furia de Mike Faist y David Alvarez que acaparan la atención cada vez que aparecen en cuadro.
La versión original, el montaje de Broadway en manos del libreto de Arthur Laurents fue una adaptación valiente que tomó material original de Shakespeare y lo llevó lejos al colocar en escena el racismo de esa época y fue parteaguas, ya que fue la primera obra musical donde acontecían asesinatos o muertes violentas.
Tuvo la valentía de alterar Romeo y Julieta sin cambiar los resultados finales, de tener bailes y números musicales que ya son clásicos, de momentos de potencia y dramatismo fuertes y en esos años que imperaba sentarse a discutir en el obligado cafecito y el coctél al final de la obra, pues de expresar entre amigos de que había sido testigo la audiencia.
Es lo mismo con la versión de Spielberg, de pensar en medio de los nachos, el hot dog, las palomitas y el refresco sin azúcar, somos testigos de eso: el estilo del autor para adaptar una obra probada como excelente, una potente adaptación al siglo 21 de los modos de la defectuosa sociedad en la que vivimos o el proceso de convertir lo clásico a la zona de confort del Hollywood moderno…el entretenimiento seguro y políticamente correcto.
Verlo así sería afirmar que el director tiene en su "Amor Sin Barreras" su versión de Eternals del universo de Marvel, donde al esforzarse por tratar de quedar bien con todos, a la larga ni con él mismo va a quedar bien.
El primer musical de Steven Spielberg es nostálgico de tiempos ya olvidados y a lo mejor uno no sale cantando canciones, pero la historia, los bailes y la música los hará pensar que por eso los clásicos existen y perduran.