De nuevo, la sangre en Medio Oriente
Otra vez las ideologías patológicas vuelven por sus fueros desatando la violencia entre hermanos, que siempre se han desconocido como tales. Muy estremecedoras las imágenes que empiezan a circular sobre la incursión de militantes musulmanes de la corriente Hamas en contra de territorios de israelitas y palestinos.
Imposible desandar el desprecio de Abraham hacia su hijo Ismael, y darle el reconocimiento histórico y su herencia a todos sus descendientes, como hijos de un mismo padre.
No importa para nada el Corán ni la Biblia.
El transcurso del tiempo y las deformaciones del poder global, operando sobre una zona tan rica y estratégica, pudrieron cualquier posibilidad de arreglo y así podrían continuar por siglos los mismos conflictos en el mundo árabe.
Las patologías ideológicas inspiran razonamientos motivados en todos los pueblos de la región, han creado malas creencias y convicciones, todas asimiladas con sesgos que asustan a cualquiera.
El substrato geopolítico es el mismo: “Presionar a los EEUU para cambiar el modelo de gobernanza del mundo económico. La punta de lanza, Irán y el resurgimiento Shiíta, con sus brazos ejecutores significativos en el Hamas, la Yihad, y su fundamentalismo que funge como la carta cohesiva de los países del Medio Oriente Islámico”. (Islam y Política, Zidane Zeraoui, 2013, p.269).
Por el lado judío: “…los judíos han sido idealistas que buscaron la perfección , y al mismo tiempo hombres y mujeres frágiles que ansiaban la abundancia y la seguridad. El dilema se ha repetido en nuestro propio tiempo en la forma de Israel, fundado para realizar un ideal humanitario, y que ha descubierto en la práctica que necesita mostrarse implacable si quiere sobrevivir en un mundo hostil.” ( La historia de los Judíos, Paul Johnson, 2015, p.696).
Pero lo más grave es la pobre habilidad de la civilización para llevar los poderes del pensamiento de que estamos dotados, para dejar atrás el negacionismo y hacer avanzar la política, a pesar de lastres tan antiguos e inútiles como las fronteras políticas mismas.
Ya se empiezan a manifestar los países zopilotes de siempre, que buscan beneficiarse de la carroña que habrán de recoger.
Los celotes y mamelucos desparramados por todo el mundo, listos siempre a empuñar las armas, descargan su ira milenaria poniendo en guardia a todos los infieles que les dieron cobijo. Pero no solo eso, esos mismas auras llevan la contabilidad sesgada de quienes apoyan a cada uno de los bandos, para entonces pronunciarse según la mayoría o según los intereses, cuando el problema es la violencia. ¡Qué mezquindad!
Es doloroso ser testigo de que nada ha cambiado en tantos miles de años, cuando de pronto estalla con todo su brío la genética de animal salvaje que los humanos llevamos dentro, y todo por mantener el sacrificio ente los altares de los poderes más bajos y abyectos.
Al final siempre hemos fallado cuando se trata de hallar una nueva fórmula para lidiar con la caprichosa dispersión en la naturaleza de los recursos que son comunes a todos: El agua, el aire, las tierras fértiles, el petróleo, minerales, las planicies con riegos naturales, etc..
El Canal de Suez y el Mediterráneo, región donde nace y morirá la civilización, por siglos ha sido una vía privilegiada por la naturaleza para el comercio global y los combustibles fósiles. Esa condición no cambiará en un plazo cercano para que pierda su interés el mundo y regrese la paz para todos.
¿Qué hacer con las convicciones podridas? La única salida es una forma de nuevo "Concilio de Nicea" para encontrar una forma de despojarnos de fundamentalismos, el anhelado ecumenismo, habida cuenta de que las tres iglesias en pugna compartimos la creencia básica en un solo Dios.