Hasta entre las mamás hay bullying y violencia no verbal
(Así concluyo con la carta que le hice llegar a la directora del Colegio de mi hijo.)
Pasaron los años y como bien sabes, me casé, con el hijo de mi maestra de tercero de primaria del Colegio Americano y estamos por cumplir 14 años de casados.
Estuvimos batallando un poco con la llegada de nuestro único hijo, y es por eso que para nosotros es una bendición, ya que hace poco me dijo mi ginecólogo que ya no es posible para mí tener hijos a los 42 años, entrando a lo que le llaman una transición temprana a la menopausia.
Cuando decidimos ingresar a nuestro hijo a este colegio que tiene mucho prestigio en Monterrey, siendo tú la directora de todos los campus, y por recomendaciones de mi suegra, con mucho gusto lo hicimos sin pensarlo, ya que confiamos en su capacidad educativa y sus años de experiencia en la misma.
Además, mi marido y yo hemos trabajado siempre y no somos hijos criados para pedirles a nuestros padres, al contrario, somos hijos instruidos en el ejemplo de trabajo y perseverancia.
Las aportaciones y todos los gastos relacionados con la institución educativa, nosotros los pagamos con el esfuerzo, dedicación y responsabilidad de nuestros propios méritos, sacrificio y trabajo honrado.
Cuando fuimos al Colegio, con la encargada de admisiones, nos comentó que sería una buena opción meter a nuestro hijo en enero del 2023, ya habiendo pagado materiales e inscripción completa en el antiguo colegio del cual venía desde guardería, de ese año.
Al ver que pudiera ser un mejor paso en la educación de nuestro hijo por el tema del inglés, así lo hicimos, lo ingresamos en enero del 2023 a su honorable institución, volviendo a pagar materiales e inscripción y colegiaturas más las cuotas de la Asociación de Padres de Familia y todo lo que nos piden para apoyar al colegio.
Por dos meses al principio del año, mi hijo se sintió solo, inadaptado, sin jugar en el colegio con nadie, solo en el recreo, comentándonos que sus compañeros de ese salón en el cual él estaba, no querían jugar con él y extrañaba a sus amigos del anterior colegio.
En esos primeros dos meses, comiendo y estando solo en el recreo, observaba cómo mi hijo de apenas 5 años llegaba a la casa triste, y le preguntaba qué le sucedía.
Respondía con voz entre cortante: es que nadie quiere jugar conmigo, no tengo amigos porque dicen que soy nuevo.
Me llamaron a una junta con la directora de preescolar y su maestra, donde recibí preguntas acerca de mi hijo, temas relacionados con su ambiente, personales, lo cual se me hicieron fuera de lugar.
- Que si estábamos mi marido y yo pasando por un mal momento en nuestro matrimonio.
- Que si mi hijo convivía sólo con adultos.
- Que si había violencia en la casa.
- Que si mi marido y yo nos estábamos divorciando, entre otras cosas.
Esto se me hizo extraño, porque son preguntas personales no académicas, y al no tener el colegio un departamento de Psicología como tal, no lo vi adecuado.
Me hicieron firmar unas hojas donde yo estaba de acuerdo para que lo ingresaran en clases especiales de integración durante las horas de clases.
Tuve que acceder para poder salirme de ahí, con la sangre hirviendo por dentro, ya para que se acabara la junta porque salí, lo que sigue de molesta, ya que el tema de inclusión no es algo que los papás puedan involucrarse porque no están en el colegio físicamente para ver qué le sucede a sus hijos.
Siento que eso es responsabilidad de las maestras.
Solo veía que mi hijo llegaba triste a la casa.
Es un niño que batalla en expresar sus sentimientos, ya que todos a los 5 años así son.
Se les reprime porque no entienden, cuando yo sé, como madre, que algo no está del todo bien con él.
Así que decidí participar como mamá, en todo lo que fuera del colegio, dejando a un lado mi vida profesional para apoyarlo al 100%.
Lo llevé a todas las piñatas.
Traté de integrarme con las mamás del salón para hacerles juntaditas en la tarde.
Lo metimos a jugar basquetbol en el colegio para que practicara un deporte, la enseñanza del trabajo en equipo, reuniones del salón y del colegio para darle seguridad y al mismo tiempo ayudarlo a integrarse a un nuevo ambiente, lo cual tuvo excelentes frutos al final del semestre.
Durante el verano, mi hijo siguió participando en las juntaditas con sus mismos compañeros del salón.
Además, lo metimos a un campamento de verano de basquetbol.
No quisimos salir de vacaciones para apoyarlo y darle toda la seguridad que necesitaba, emocional y socialmente.
Llegó el nuevo ciclo escolar y entró al kínder.
En el “chat” de las mamás preguntaron quién se ofrecía a hacer de Room Mother.
Se trata de un puesto voluntario para apoyar a la integración del salón en la participación de la organización de convivios, tanto para las madres de familia como para los niños del salón.
También para apoyar en las fiestas y eventos, como recaudaciones para diversas situaciones, los cumpleaños de las maestras, la fiesta de integración de las mamás del salón, entre otras actividades.
Dije, pues yo me ofrezco e hice una reunión de integración en mi casa para que las Mamás del salón para convivir y conocernos.
Después tuvimos una reunión de Room Mothers en casa de una de ellas, lo cual no salió de todo bien, ya que hubo ciertas diferencias con la del salón que estaba conmigo.
Según yo, ella había estado apoyando para que fueron solo en dos eventos, la primera en la integración y la segunda en la recaudación del dinero para el regalo de las Maestras de cumpleaños.
Esa mamá del salón de mi hijo le comentó a la Head -escogida por la asociación de padres de familia para organizar a las de los salones que apoyan voluntariamente en dichas actividades- que no concordaba con la forma de trabajar conmigo.
Esto lo hacen cuando no se acoplan a trabajar con alguien más o simplemente no quieren que otra forme parte de las actividades del salón.
La Head me aseguró que la otra mamá del salón que se había quejado de mi “forma de trabajar”, se iba a quedar y que la Asociación de Padres de Familia iba a poner en votación si me quedaba de Room Mother o no, siendo este un puesto voluntario.
Yo había aceptado esa posición con mucho gusto para estar más cerca de mi hijo, ya que tengo muchas responsabilidades laborales y del hogar.
Acepté porque nadie en el salón se había apuntado para apoyar.
Desde ahí sentí hostilidad de cierto grupo de mamás que ahora algunas están en la Asociación de Padres de Familia.
Sentí rechazo de esa Room Mother porque no tenía los mismos gustos que ella.
Ejemplo: la música o el estilo de vida nocturno que ellas llevan.
Por eso no cabía en su "grupo".
Le reclamé a la Head que no me parecía justo que yo fuera la afectada por alguien que no sabe trabajar en equipo.
Así que la decisión fue que decidiera la Asociación de Padres de Familia, y fue que ninguna de las dos íbamos a ser Room Mothers.
Una semana después antes de nombrar a las nuevas Room Mothers, me percaté de que en el chat de las mamás del salón, en la parte de la descripción donde cada una pone los cumpleaños de sus hijos como recordatorio, me percaté de lo que una de ellas escribió después de la piñata de mi hijo.
Vi que agregaron -y no fue un “error de dedo”, como me lo dijeron en dirección cuando fui a reclamarle al colegio, por violencia digital.
Fueron más de 10 emojis riéndose, entre otros que no entendí que significaban. Cosa que me pareció muy infantil, misma que me hizo tomar la decisión de cancelarle la piñata a mi hijo por completo por temor a que fuera ahora también a darse bullying por parte de las mamás del salón.
Recordé que siendo niña pasé por todo eso.
Desde entonces, cada semana ocurrió un incidente contra mi hijo en la escuela.
Compañeros que le pegaban físicamente, se burlaban de él, porque le decían que no tenía "monedas" (refiriéndose a dinero), cuando en la casa nunca hablamos de dinero.
En casa no se da el clasismo, el racismo y la comparación del dinero entre mi hijo y algún amiguito o amiguita de él simplemente no existe, pues le hemos inculcado que todos somos iguales.
Tan es así que mi hijo toma una vez a la semana clases de Jijitsu y Mai Tahi, con los hijos de los cuidadores de una quinta que tenemos.
Comparten la misma clase que yo pago para que los hijos de los que me apoyan a mantener la finca también tengan esa oportunidad.
Empezando septiembre, cada semana me tuve que apersonar en la escuela por una u otra cosa relacionada con mi hijo.
He tenido que grabar lo que sucedía en el salón y en la escuela.
Sabiendo esto, la directora me hizo firmar una hoja que ni leí por lo molesta que estaba para poder irme y que ya se acabara, porque no veía ningún resultado ni investigación de parte del colegio o de la Asociación de Padres de Familia de lo ocurrido.
No veía ninguna consecuencia, que creo deba el colegio tomar para que se acaben este tipo de hechos.
Tomé la decisión de cancelarle la piñata a mi hijo, ya que por temor a que ninguno de sus compañeros del salón asistiera por culpa de una mamá del salón que “no sabe trabajar conmigo” pero que, al parecer, es muy popular entre todas las del salón.
A lo mejor soy la primera mamá que lo expresa, pero estoy segura de que por miedo hay muchas que lo callan por temor a no ser aceptadas, lo cual gracias a mi experiencia que tuve en mi infancia y mis 22 años de terapia, ya superé el ser aceptado o no.
Yo creo que lo importante es enfocarse en lo espiritual porque al final, ser aceptado terrenalmente no te sirve, ni todo el dinero que hagamos nos lo vamos a llevar.
Nada servirá si no se tiene un buen corazón para ser aceptado en la divinidad.
Quedo a las órdenes de la directora de dicho colegio.
Sigo esperando de la escuela alguna respuesta a situaciones como las que he planteado aquí.
Deben prevalecer los valores y los principios que emanan la formación de nuestros hijos y de su prestigiada institución.