Reflexiones de un conflicto anunciado
El conflicto actual entre Ucrania y Rusia nos ha hecho reflexionar acerca de las consecuencias de una guerra, incluyendo sus muertes y desapariciones, al igual que la destrucción y la debacle económica ligada a la misma.
Evidentemente, la mayoría de los análisis referentes al conflicto actual entre dichos países, están centrados en sus relaciones presentes y no en el proceso que han llevado a través de su historia, no sólo entre ellos, sino con el resto del mundo.
Cabe destacar que la razón principal de este conflicto es, sin duda, la creciente expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia Europa del Este, acercándose cada vez más a Moscú, que siempre ha considerado a dicha organización como una amenaza para su seguridad nacional. Y es que desde 1999, se han adherido 14 países a la OTAN, siendo todos ellos de cierta forma vecinos cercanos a los rusos.
Ahora bien, el conflicto de Rusia y Ucrania se “cocina” desde 1994, año en que este último, inicia relaciones con la OTAN, con el propósito de incorporarse a esta en el 2008. Plan que después fue cancelado por su expresidente Víktor Yanukóvich, gran afín a la ideología rusa.
Posteriormente en el 2019, tras multitudinarias protestas y la llegada de un nuevo gobierno, se enmendó la Constitución Ucraniana, consagrando el curso para convertirse en parte de la Unión Europea, así como miembro de la OTAN. Y es que Ucrania ve a Rusia como una amenaza, partiendo del hecho de que los invadieron en el 2014, sin ellos poderse defender; razón de sobra, para considerar el unirse a una organización como la OTAN.
Sin intención de entrar en detalle, existen muchas otras aristas en el conflicto, que demandan un profundo análisis y una alta sensibilidad en relación al sentido de identidad de los habitantes de Ucrania, que es vista como corazón de la nación rusa y país eslavo hermano.
Sin embargo, el hecho de que Rusia haya apoyado a fuerzas separatistas de Ucrania en el 2014 y que actualmente le haya declarado la guerra a este último, para orillarlo a no adherirse a la OTAN, son acciones hostiles que no pueden ser justificadas bajo ninguna circunstancia, ni mucho menos como un pretexto para lanzar un mensaje a Europa y Occidente.