Buscando en los trasfondos de San Pedro
(Nota del Editor) Es la historia de una sampetrina nacida en el seno de una familia adinerada pero que encontró su rumbo por otro lado y de eso comienza a contarnos hoy:
Nuestras experiencias marcan la vida que llevamos desde temprana edad.
Desde las 10 semanas, el feto ya tiene una forma humana, y por ende cuenta con derechos de rango constitucional.
Lo primero que se forma dentro del feto es su corazón.
De ahí se desprende su sistema nervioso, sus órganos, hasta llegar hacer un ser humano.
Muchos creen que durante la gestación, la madre le transmite al feto, además de alimento, sentimientos, angustias, temores, felicidad, tranquilidad, amor... pero también odio.
¿Sera cierto o solo es una teoría?
¿Seremos seres que emanamos desde el vientre todos esos procesos de transformación y cambio de la madre.
Esto sigue siendo un misterio, creencias aun no comprobadas científicamente, pero espiritualmente, existen religiones que creen que ese es el comienzo de nuestra capacidad de entender nuestros sentimientos, reflejo de la incubación de una madre y por todo lo que haya pasado a su alrededor.
¿Se heredarán dichas conductas, sufrimientos o destellos de felicidad?
Lo que sí sabemos es que, cuando nacemos, abrimos los ojos y lloramos como un efecto natural para expandir los pulmones y exhalar el aire del ambiente como instinto para sobrevivir.
Es ahí, por primera vez, donde empieza ese arrebato natural del apego del vientre de la madre hacia el mundo exterior.
Comenzamos como seres instintivos, mientras la naturaleza toma el curso biológico de la evolución.
Sentimos físicamente cuando nuestras partes del cuerpo se extienden; cuando nuestro cerebro comienza a entender cosas sencillas y nuestros órganos crecen.
En lo emocional, algunos expertos psicólogos postulan que dependiendo de nuestro entorno, empezamos a copiar patrones.
No me atrevo a dar otros ejemplos o poner ejemplos de casos que no me corresponden, pero sí puedo hablar del mío propio
Y lo haré, llevando a mis lectores por una aventura de vida, que es la mía.
Nacida en el seno familiar de un padre trabajador, una madre con grandes expectativas y un mundo que cambió el jugar con las canicas, por el actual, con partidas de tercera dimensión, donde uno puede ser parte de una realidad alterna, sin darse cuenta de que ya no es virtual, sino real.
Nací en Monterrey, concretamente en el Hospital San José, que en aquellos años era el más prestigiado y por ende más caro de la región, como acostumbraban nacer los hijos de las familias de San Pedro de aquellos años.
Bueno, otras familias hicieron nacer a sus hijos en McAllen para que tuvieran desde su nacimiento una doble nacionalidad, que hoy se vuelve triple por aquello de las raíces hispano sefarditas que muchos tenemos
En el 2024 abundan los sampetrinos con pasaporte gringo, español o portugués, ah, y mexicano, por supuesto, pero mencionado en último lugar, como lo hacen los presuntuosos cuando les piden sus papeles en el mostrador de las aerolíneas.
Entonces, quedamos en que nací un 15 de febrero de 1981, casualmente el mismo día del aniversario de bodas de mis padres y no vine a este mundo bajo el cielo de San Pedro Garza García, porque en ese tiempo no tenía hospitales.
La importancia del PIB
Pero he vivido la mayor parte de mis años en el municipio con el PIB más alto de todo México.
Tuve oportunidad de vivir la evolución social de cumplir expectativas y sobrevivir a los obstáculos y convencionalismos aplicables a una sampetrina:
Casarse con un chico de San Pedro, con dinero, conocido, con apellido de rancio abolengo, y de ser posible del mismo circulo social al de los padres.
Lo mejor era casar con alguien de “buena” familia, (término que aún sigo sin entender) y ser socialmente aceptable y aceptada.
Mi versión, mi historia, mi vida hasta ahora, me emociona compartirla con todos, porque no solo veo que se repite un patrón, que aún no sé qué circulo social inventó, o quien fue el iniciador o las familias que crearon estas reglas no escritas para ser o no ser aceptado dentro de una sociedad que al final, hemos visto como ha decaído en competencia, imagen, dinero, materialismo, entre otras cosas.
Es muy retador llevarlos conmigo en este recorrido.
Muchos se identificarán, otros no, pero de eso se trata, de ver lo que una sampetrina vivió en una sociedad adinerada, en su tiempo.
Ahora veo que muchos quieren pertenecer a esa élite y que sigue patrones sociales de superficialidad que han aumentado a escalas nunca vistas.
Suceden cosas en este municipio que a unos les impactarán, a otros se les hará normal y a algunos les valdrá madres.