Opinión

Democracia y totalitarismo

Por: Noé Aguilar Tinajero, miembro del Consejo Plumas Azules.
Las masas nunca han sentido sed por la verdad. Se alejan de los hechos que no les gustan y adoran los errores que les enamoran. Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño; quien intente desengañarlas será siempre su enemigo y su víctima.

Desde hace seis años, los mexicanos empezamos a vivir una pesadilla, que con el paso del tiempo se vuelve cada vez más terrible hasta convertirse ya en una noche oscura. 

Los que más hemos sentido el cambio somos los mexicanos demócratas, los que buscamos el bien común, los que creemos en el voto libre y secreto para elegir a nuestras autoridades, individuos conscientes que suman, dialogan y llegan a acuerdos en donde todas las partes ganan. 

Somos los que creemos firmemente en que las ideas de todos ayudan a construir una mayor y mejor visión de la realidad. 

Buscamos crear un sistema ético, y más que nada, lograr una serie de anhelos elevados y alcanzables, somos personas que buscan el sentido de pertenencia y así dar un sentido a nuestra vida. 

Los políticos demócratas creemos en la participación ciudadana, el respeto a los derechos individuales y el pluralismo político, como sistema de gobierno.

Estos anhelos y aspiraciones se vieron interrumpidos debido a que los últimos seis años, los mexicanos hemos sido gobernados por un sistema de corte dictatorial, pero con mascara de populismo benefactor. 

Los políticos agrupados en una organización con fines perversos llamada “4T” se rige por una ideología sometedora, mentirosa y manipuladora que busca despojar al gobernado de su libertad, paz y progreso. 

Las ideologías son herramientas de control social, ideas de corte marxista/leninista, “evitar que los oprimidos perciban su estado de opresión”; ideas de corte nacionalista, “exterminar a los que piensan diferente”; de tipo fascista, “rechazo frontal a las doctrinas de liberalismo tanto en el campo político como en el económico”; de tipo socialista, “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria.” 

Winston Churchill (1874–1965) político británico; feminismos; progresismos, y todos los ismos, que es el apellido de todos los sistemas dictatoriales. 

El totalitarismo, como lo estamos viendo hoy,  se caracteriza por   la concentración de poder en manos de un líder, mesías o partido único, la supresión de libertades y la falta de pluralidad política.

La ideología busca arrebatarle a la persona su individualidad a cambio de darle una identidad grupal. 

Con ello ya no serás tú, pero te sentirás mas protegido y parte de algo mas grande. 

Una individualidad encausada por un sistema político para que seas idéntico a otros individuos. 

Se te impone una forma de vida sin aspiraciones personales y una forma de pensar única.

En cambio, un individuo solidario y compasivo con todos los demás seres individuales, es indiviso, indivisible, único, irrepetible. 

Significa tener identidad, ser idéntico a otra cosa sí, pero idéntico a los que comparten la misma identidad. 

El individuo con identidad grupal incondicional no es individuo, y desde luego no es libre.

Características esenciales de un político con perfil totalitario. 

La escritora rusa Elena Blavatsky (1831- 1891) habla de esos, seres humanos en apariencia, pero vacíos por dentro, cascarones humanos, los llamó. 

Carecen de alma, carecen de esa chispa divina que convierte la carne en conciencia, caminan, hablan, sonríen, pero no sienten, no en el sentido real.

Así son los políticos de la “4T”. 

Son fríos, inexpresivos como zombis con conciencia artificial.

Blavatsky advirtió hace más de un siglo que no todos los seres humanos tienen una conciencia interna, que muchos actúan sin reflejos automáticos sin, experimentar subjetividad alguna. 

El zombi filosófico es aquel que se comporta exactamente como un ser humano, pero sin ningún tipo de sentimiento interior, eso no es una ficción es una descripción precisa de aquellos que desde la óptica oculta viven sin alma, míralos con atención no hay experiencias subjetivas en un zombi. 

“La subjetividad es el filtro a través del cual vemos el mundo”: Jiddu Krishnamurti. 

Un zombi se comporta de forma idéntica a cualquier otro ser humano, habla, responde, incluso expresa emociones que parecen reales, pero todo desde un vacío interior, es un hueco insondable, una copia viviente. 

Saludan con cortesía, siguen las reglas del juego social, reaccionan ante el entorno, pero no están realmente viviendo, no como demócratas, no con la misma intensidad interna, son entes que se mueven por hábitos, por impulsos condicionados,  incapaces de reflexión profunda. 

Muestran una sensación incómoda de vacío en su mirada, el gesto rígido, la forma robótica con la que repiten ideas impuestas por sus líderes como si leyeran líneas de un guión que jamás cuestionaron.

Blavatsky sostuvo que en las eras de decadencia espiritual el mundo se llenaría de estas formas sin alma, ropas humanas sin ser interno, autómatas biológicos.

El totalitarismo es como si una verdad demasiado oscura que quisiera colarse entre los márgenes del pensamiento humanista sin ser nombrada. 

Sus seguidores son el resultado de propaganda repetida que, sin cuestionar continúan repitiendo. 

Ante lo cual los demócratas tenemos la responsabilidad de estar atentos, conocer a nuestros adversarios más a fondo y descubrir su talón de Aquiles. 

Si en muchas partes del mundo los ciudadanos se han liberado de esas ataduras, entonces nosotros también podemos.